LAZOS DE SANGRE 8
Era espantoso. Pedro estaba medio
deforme y sin vida encima de su cama. Era un cuerpo humano con las manos
deformes y una cabeza de lobo con la lengua fuera, como si hubiera dado su
último suspiro.
-¡No! Mi pequeño – la madre estaba
desconsolada, abrazando el cuerpo sin vida de Pedro.
-Malditos panteras – murmuró Adrián.
-¿Qué ha pasado? – preguntó Linkshandige.
-Pedro no estaba preparado aún para la
transformación. Ya sabes, por experiencia que la primera vez que te transformas
no eres consciente de ello.
-Como en el baile – recordó Linkshandige.
-Exacto. Pero cuando un alfa se transforma, toda
su manada actúa igual que él. Y Pedro no estaba preparado. No se tenía que
transformar todavía.
-¿Crees que alguno más de la manada habrá
muerto?
-No, yo lo habría sentido. Solo se que hay un
hueco libre y en este momento hay otro licántropo perdido por ahí.
-¿No deberíamos buscarlo?
-Quizá – y tras estas palabras, Adrián salió de
la habitación – pero antes debo resolver un asunto.
Estaba muy enfadado. Linkshandige oía como los
latidos del corazón de Adrián se aceleraban. Quería venganza y sabía que
aquello no iba a ser bueno. Preveía una carnicería en la que posiblemente
morirían inocentes. No lo podía permitir pero tampoco podía ir en contra de su
alfa.
-Vamos Adrián, se sensato. Eres la persona más
cuerda que conozco.
-¿Has perdido injustamente alguna vez a un ser
querido?
-No, pero no dependen de mí la vida de varios
jóvenes que en este momento estarán asustados. Todos nos transformamos y muy
pocos o ninguno sabrán porqué o qué es lo que les pasa. Hay que ayudarlos.
-Pero…
-Piénsalo. Tú eres el alfa, el único que nos
puede ayudar a dominar nuestro lobo interior. Una vez aprendido, podremos
ayudarte con tu venganza sin que mueran inocentes. Seremos más fuertes.
-Tienes razón – Adrián estaba cegado y Linkshandige
lo sabía. De momento, era la única manera que se le había ocurrido para
retrasar lo inevitable y evitar que una manada de lobos descontrolados mate a
inocentes o que mueran por le mismo motivo que Pedro.
Tenían que estar preparados. Tenían que cazar
panteras.
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