LAZOS DE SANGRE 4
Adrián ahí estaba, de pie en medio
de un grupo de chicas al lado de la barra del bar. No se parecía en nada a
Pedro. Era alto, fornido, de piel blanquecina y rasgos marcados, ojos azules y
pelo corto, negro y despeinado. Un auténtico sexsymbol, según Alejandro, un
compañero de ellos.
-Hola Linkshandige, me alegro de verte – lo
saludó Adrián cuando lo vio acercarse. Siempre se han llevado bien.
- ¿Cómo te ha ido en la carrera?
-Perfecta, ya acabada. Ahora me tomaré un año
sabático. Además, mi hermano necesita un poco mi ayuda – comentó girándose
hacia Pedro que intentaba por todos los medios hablar con un grupo de chicas
sin atreverse.
-Si, seguro – contestó entre risas Linki.
La fiesta estaba siendo un éxito. Los chicos se
lo pasaban genial, los amigos de Adrián también y las chicas se divertían con
los informáticos. Aunque introvertidos, eran graciosos. Bailaban juntos,
jugaban a los dardos o al futbolín pero las cuatro de la madrugada llegó al
reloj y el bar tenía que cerrar.
-Nos vemos – se despidió Adrián de sus amigos y
se volvió a su hermano – vamos a dar un paseo por la orilla del Ebro y nos
acabamos esta botella.
-No se yo… - Pedro nunca se animaba a beber o a
hacer algo interesante.
-Vamos Pedro, tienes veinte años, disfruta un
poco de la vida. Mira que luna llena tan bonita.
Todos levantaron la cabeza para mirarla. Era
preciosa.
-Vamos Pedro, ¿qué puede pasar? – añadió Linkshandige.
-Está bien.
Los compañeros de clase estaban emocionados.
Aunque en realidad ya eran algo mayores para ello, la idea de hacer un botellón
les fascinaba. La única emoción en sus vidas era cuando mataban a gente con el
ordenador en World of Warcraft o cuando un dragón los perseguía para matarlos a
ellos.
-Se está de lujo – comentó Pedro tumbándose en
la orilla del río.
-Y que lo digas – añadió su hermano.
-Mirad quien está aquí, Linki-gallina y sus
polluelos.
La voz de Jason Sonaba a sus espaldad.
-¿Quién es ese capullo? – preguntó Adrián a su
hermano.
-El que te conté por teléfono que intentó pegar
a Linki el día del baile.
-Entiendo.
-¿Me estás siguiendo? – le preguntó Linkshandige
a Jason.
-¿Por qué eres tan egocéntrico?
-Quizá porque no me dejas vivir en paz pedazo de…
-Ya basta – intervino Adrián. Linkshandige se
estaba cabreando y él era el mayor de todos. Tenía que poner orden.
-Creo que no sabes con quien estás hablando – le
amenazó Jason con esos ojos brillantes, los mismos que la otra noche.
-Creo que el que no sabe con quien está hablando
eres tú, gato escuálido – contestó Adrián con los ojos rojos como la sangre.
En cuestión de segundos Linkshandige observó
como la gente que tenía enfrente cambiaban su cuerpo por el de unas panteras
rabiosas. Horrorizado buscó la ayuda de Adrián pero en su lugar había un lobo
enorme y negro, con los colmillos enormes amenazando a aquellos gatos
infernales. Se imaginaba que sus compañeros estarían híper ventilando a causa
de aquella situación. Unos ratones de ordenador no estaban acostumbrados a la
vida diaria y menos a eso pero al girar la cabeza vio tras de sí más lobos,
unos marrones, otros más claros, que enseñaban los dientes no a él, sino a las
panteras que tenía en frente. La situación se estaba volviendo extremadamente
desquiciante, igual que aquel sueño. Quería huir pero algo se lo impedía. Una
fuerza que no podía explicar lo mantenía allí de pie delante de todos aquellos
seres, con ganas de descuartizar a los chicos-pantera. Sentía que tenía que
agacharse y apoyar sus patas en el suelo. Un momento, ¿sus patas?
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