LAZOS DE SANGRE 2
Fue una noche difícil para Linkshandige.
Nunca había pegado a alguien y nunca le había roto la nariz a nadie.
Seguramente tendría problemas cuando volviera a la universidad y los chicos de
Educación Física le estarían esperando. No sabía que fue lo que pasó ni qué le
impulsó a hacerlo, pero lo hizo.
El lunes, en la universidad. Todo el mundo se quedaba
mirando a Linkshandige cuando pasaba por su lado, cuchicheaban y alguno incluso
lo felicitaba.
-Buen trabajo, Linki – recibió más felicitaciones de sus
compañeros de clase al entrar.
-Yo no quise – intentó defender su manera de ser.
-Si que quisiste – le dijo otro – sino no, no le habrías pegado.
-La luna llena nos vuelve locos, ¿verdad? – bromeó otro.
Sus compañeros se mostraban algo más receptivos y parecía
que tenían más confianza en sí mismos. Los chicos de Educación Física los
observaban, sin amenazarlos, solo examinaban la situación, como si fueran a
hacer algo o estuvieran planeando algo.
El final del curso se les hizo bastante ameno. Todos los de
Informática salieron de la burbuja en la que vivían y gracias a eso,
consiguieron una pareja para el baile de fin de curso. Un baile bastante
veraniego, con vestidos cortos y trajes sin chaqueta. Música actual y bebida
sin alcohol a pesar de tener la mayoría de edad.
-Vamos Linki, disfruta un poco de la fiesta.
Él seguía con el incidente de aquella noche en la cabeza.
Parecía que era el único que pensaba en ello. Todos los demás disfrutaban del
día a día y de sus relaciones.
-Voy a tomar un poco el aire.
Linkshandige se sentía agobiado con toda la presión que
aquello le suponía. Dejó a su acompañante con sus amigas y salió al campo de
atletismo para poder estar un poco tranquilo y en paz. Se sentó en las gradas,
mirando las estrellas y esa perfecta y redonda luna llena. Era tan bonita, tan
atrayente, tan…
-Eh, capullo – Linki bajó la vista y vio a Jason y a toda la manada que tenía como séquito.
-Déjame en paz – se levantó y empezó a alejarse de ellos
pero los chicos lo acorralaron.
-No te vas a ir de rositas esta vez.
-¿Tienes que venir con todos los niñatos engominados para poder darme una paliza?
-Más vale prevenir que curar, además, un depredador siempre aprovecha el momento en que su presa está sola para cazarle – una sonrisa iluminaba su cara.
-Pero no está solo – una voz a sus espaldas los sorprendió a todos. Los chicos de la clase de Linkshandige estaban allí, apoyándole.
-Perfecto, más presas para nosotros – los ojos de Jason ya
no eran los mismos. Se habían vuelto verdes y la pupila era vertical, como la
de un gato.
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