Sueños de Plata 8
Tardé un par de días en recuperarme. El dolor había desaparecido y las
noches fueron tranquilas. Pude dormir y descansar. No mantuve contacto con la bestia,
no sentía nada.
En el grupo estaban muy nerviosos
ya que en esos dos días, la bestia no dio mal alguno, no se dejó ver. ¿Se
habría ido?
-No tenemos que bajar la guardia.
Esta noche saldremos a cazarlo, todos juntos – el cazador del colgante estaba
muy decidido. Odiaba a los lobos más que a nada en el mundo y quería exterminar su raza. No comprendía que tenían sentimientos. Al fin y al cabo eran
personas, diferentes, pero seres humanos.
-¿Cómo te encuentras? – me
preguntó Varus al verme aparecer por la sala, ya aseada y con ropa nueva.
-No muy bien. Ya veo que seguís
con la locura de aniquilar al licántropo.
-Luna…
-No me digas nada – levanté la
mano indicando que se callara y me fui. Tenía que avisar a la bestia. Aquella
noche no dormiría, mi prioridad era salvarle la vida a ese hombre que rondaba
la mansión, y decirle que se fuera lejos, que no volviera y que rehiciera su
vida con otras personas que no sepan nada de su condición.
Después de cenar, los cazadores
sin Varus cogieron las armas y salieron al bosque para intentar cazar al
licántropo. No tendrían piedad o miramiento alguno. Querían acabar con todo. De
modo que esperé a que se hubieran ido todos. Me abrigué con una capa que
encontré en el armario de mis aposentos, de terciopelo rojo, preciosa. Tenía
que dar con el lobo antes que ellos. Era buena rastreadora, lo conseguiría.
Llevaba dos horas andando, cuando
me empecé a marear. Caí al suelo y en cuestión de segundos pasó lo que juré que
no permitiría que pasaría aquella noche. Me dormí en mitad del bosque.
Volví a conectar con el animal.
Veía lo que el veía, sentía lo que el sentía. Estaba furioso. Se sentía
amenazado. Iba directo a los cazadores, solamente quería tranquilidad, vivir en
paz, una paz que de momento no podía conseguir. Los cazadores lo habían
rodeado.
“Huye”
Intentaba comunicarme con él,
pero no podía. Era obvio ya que él seguía mostrando sus dientes a todo el
grupo. Lo que ocurrió después lo recuerdo confuso. Hubo mucha sangre, ruido y
gritos. Al acabar la pelea vi la carnicería. El lobo había acabado con todos y
se había llevado como recompensa el collar brillante mágico. Estaba cansado,
tan cansado que se tumbó a la orilla de un lago cristalino.
Al día siguiente me desperté
asustada. Tenía que encontrar al lobo, o al hombre en el que se supone que se
habría convertido.
-¿Qué es esto? – estaba
desorientada. No me encontraba en el lugar del bosque en el que me había
dormido. Me toqué la cabeza para intentar anular el mareo que sentía y lo vi.
Sangre. ¿Me había atacado el lobo? Necesitaba limpiarme y volver corriendo al
castillo. Me acerqué al lago y vi mi reflejo. Estaba ensangrentada, la boca
principalmente. Me busqué heridas, pero no hallé alguna. Giré la cabeza y allí
lo vi, el collar. Eso solo podía significar una cosa.
Yo era el licántropo.
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