Sueños de Plata
Aunque nuestra aldea era pobre y no poseía muchos bienes, mi familia gozaba
de una buena posición. No nos faltaba de nada y yo no tenía que trabajar en el
campo, así que disfrutaba en el día dando largos paseos por el bosque o viendo
como trabajaban los jóvenes casaderos, eligiendo, como quien dice,
pretendiente. Sonreía a casi todos, pero ninguno era de mi agrado. No sabía
exactamente qué era lo que buscaba en un hombre pero ahí no estaba. Quizá en la
aldea vecina hubiera más donde elegir, pero teníamos prohibido ir hasta ese
lugar. Llevaban en “guerra” desde tiempos inmemorables y todo por unos
asesinatos de ganado.
Hace muchísimos años, una noche en la que la luna brillaba más que
cualquier noche, un granjero escuchó un ruido que venía de su corral. Trabuco
en mano salió para ver qué ser estaba asustando a sus gallinas y alterando a
las vacas, pero cuando llegó vio un montón de animales muertos, bañados en su
propia sangre. Siguió las huellas de lo que parecía ser un perro y llegó hasta nuestra
aldea. Y cada tres noches al mes ocurría lo mismo. Desde entonces no podemos
acercarnos a esa aldea, ni ellos a la nuestra. Sobrevivimos con lo que criamos
y cuidamos nosotros, al igual que ellos.
-¿A dónde te crees que vas jovencita? – la voz de mi padre hizo que me
detuviera en la puerta.
-Voy a dar un paseo padre. El tiempo pasa muy lento y necesito distraerme.
-De eso nada. Hoy es el primer día de luna llena del mes y ya sabes lo que
significa.
-Prisionera en la casa.
-Exactamente, es noche de lobos y no quiero que le pase nada a mi familia,
así que cena algo y sube a tu cuarto. Cerraré las puertas con clavos y
armarios.
Estas noches eran muy aburridas. Yo necesitaba diversión, entretenimiento,
pero siempre nos obligaban a mi y a mis dos hermanas a encerrarnos en la
habitación, sin salir mientras un grupo de hombres de nuestra aldea y otro de
la aldea vecina salían para dar caza y exterminio a los lobos y poder vivir en
paz y tranquilidad. Mi aldea quería demostrar que ellos eran inocentes en este
continuo enfrentamiento.
Normalmente me despertaba el canto del gallo madrugador por la mañana, pero
esa mañana lo que me despertó fueron los gritos de las mujeres y esposas de los
hombres que salieron en la partida de caza. De veinte hombres que salieron solo
cuatro regresaron. Era la primera vez que el lobo atacaba a seres humanos. La
primera vez que seres humanos veían al lobo.
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