Colección World of Warcraft

jueves, 31 de mayo de 2012








Recuerdos de un Ánima 39

martes, 29 de mayo de 2012


Sueños de Plata 9

Tenía prisa por volver al castillo, bañarme y que nadie me viera. No sabía que hacer, tenía que pensar. Pero en ese momento no podía, solo quería estar bien, cómoda. Por suerte en la puerta del castillo no había nadie, ni en los interiores.
-Qué raro – me dije.
Subí a mi habitación y me metí en la bañera, el lugar perfecto para pensar.
-¿Cómo puedo ser yo el licántropo? – empecé a hablar conmigo misma. – Ninguna mujer ha heredado los genes y mis hermanas no los tienen. Pero si mi padre me dio la daga, eso quiere decir que de pequeña me debí transformar en algún momento, pero mi madre nunca ha mostrado signos de saber nada de esto. Sería un secreto que compartía con mi padre. ¿Pero por qué me puedo transformar a mi antojo? La luna me influirá como a todos pero, sin luna llena... Estoy segura que todo empezó con la muerte de mi padre. Aquella incesante venganza que sentía en mi interior, era como si un animal influyera dentro de mi. Y lo que dijo mi padre, siempre fui una buena rastreadora. ¡Pues claro!
Un ruido cortó en seco mi soliloquio. Salí de la bañera y me vestí. Me había quitado toda la sangre de encima. Llevaba puesto el collar de aquel cazador. ¿Por qué diablos había hecho semejante estupidez? Sería mi parte animal, que ansiaba llevar su trofeo consigo. Mejor eso que una cabeza humana, la verdad. Caminaba por el pasillo pero no conseguía escuchar nada ni oler nada. Era como si el castillo hubiera quedado desierto, pero yo sabía que el conde Varus aún estaba dentro. Llegué a la biblioteca, desierta como el resto de la mansión. Estaba completamente a oscuras, excepto un trozo de pared tapado con una cortina gigante. La tenue luz de dos velitas me dejaba verlo. Corrí la cortina y ví clavado en la pared un árbol genealógico.

Familia Varus

Normal, es su mansión, la vivienda familiar. Vi que el último miembro era Varus.
-¿Nacido en 1689? – Me extrañé de la fecha, ya que estábamos en 1880. Comencé a mirar subiendo al origen para buscar alguna explicación y ví un nombre que me sonaba a mitad tabla, allá por el siglo XV. Conde Vlad Draculea Tepes.
-Vampiros – fue lo único que pude decir. Por eso no envejecía el conde, pero... Estaba en la mansión de mi enemigo. Por eso cazaba Varus a los lobos. Intentaban mantener un equilibrio natural entre vampiros y hombres lobo. Era una guerra natural.
-Exacto – me asusté y me di la vuelta. Varus estaba allí, mirándome. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? No le había oído llegar.
-Pero... – estaba asustada.
-Somos una familia de vampiros. Cazadores de vuestra raza.
-¿Por eso acabaste con mi padre?
-Tuve que hacerlo para poder tener el descanso eterno.
-Maldito hijo de ... – me abalancé sobre él para arañarle la cara pero me caí al suelo. No encontré cuerpo físico con el que chocarme. - ¿Qué diablos de ser eres tú?
-Si te tranquilizas te lo contaré todo. Hace muchos años, vivía aquí, con mi servicio, y una noche que salí de caza rescaté a un pobre niño de las garras de un feroz lobo. Aquel can era tu abuelo. Le disparé una flecha de plata y salió huyendo. Murió a causa del envenenamiento que le produjo la plata al contacto con su sangre, no sin antes llevarme un mordisco suyo. Con un gran dolor llevé al niño a mi casa mientras me intentaban curar la herida que no cicatrizaba, hecho inusual en un vampiro ya que al igual que vosotros, tenemos la misma regeneración celular. Pasaron semanas y cada vez me debilitaba. Tenía alucinaciones y sueños extraños en el que veía a una joven doncella. Tú. Podía ver el futuro de aquel ser que me mordió. Vi tu dulce rostro. Tu hermosura... Me enamoré de tí. Pero en los días siguientes, el médico que me atendió consiguió ver el problema. Una mordedura de hombre lobo era mortal y muy venenosa para un vampiro. Tenía los días contados. Me estaba muriendo pero no me podía ir tranquilo. En mis sueños vi como el cazador al que salvé te mataba. Quería venganza por el asesinato de toda su familia. Por eso le di ese collar. Es la herramienta que todos utilizabamos. Quería que llegara hasta ti y que te trajera a mi morada. En cuanto te ví supe que tenías algo especial. Eras la primera mujer que había heredado el gen canino y había sobrevivido. Eras fuerte. Solo tuve que hacerlo florecer. Por eso envenené a tu padre. Para que sintieras toda la rabia necesaria para entrar en fase y poder acabar con tu mayor amenaza, el cazador.
-Eres un maldito bastardo egoísta.
-Solamente quería irme en paz. Como has podido comprobar, soy un fantasma. Atado aquí por mi lugar de fallecimiento. No puedo salir de esta mansión. No podía irme al otro lado sin saber que estabas a salvo. Se que lo que te he hecho no tiene perdón, pero era la única manera de salvarte. Lo siento.

Y con una tenue luz desapareció cual nube con el viento. Miré el árbol genealógico de nuevo y no había advertido la fecha de fallecimiento de Varus. Estaba puesta hace cuarenta y cinco años. Normal, si hubiera visto eso desde el principio, todo estaría más claro. Pero en ese momento ocurrió algo que casi hace que me desmaye. El árbol se borró por completo excepto el primer nombre de la lista. Enfoqué la vista y lo conseguí leer.

Luna Lázaro

Aquel era mi nombre. Pensando descubrí que el conde Varus me había dejado su casa en herencia, y al parecer, todo su servicio, ya que las luces volvieron a iluminarlo todo y la gente comenzó a pasearse de un lado al otro del castillo.
-¿Qué desea hacer, Baronesa? – me preguntó un hombre mayor. ¿Baronesa yo? Vaya.
-Quiero traer a mi familia aquí.
-Como desee. Ahora mismo mando un carro a casa de su madre y sus hermanas.
-Pero entrégales esta carta.
Era una papel en el que le explicaba todo lo sucedido. Esperaba que lo comprendiera. Pero cómo no iba a hacerlo, si era mi madre...

Fin.

Recuerdos de un Ánima 38

jueves, 24 de mayo de 2012


Sueños de Plata 8

Tardé un par de días en recuperarme. El dolor había desaparecido y las noches fueron tranquilas. Pude dormir y descansar. No mantuve contacto con la bestia, no sentía nada.
En el grupo estaban muy nerviosos ya que en esos dos días, la bestia no dio mal alguno, no se dejó ver. ¿Se habría ido?
-No tenemos que bajar la guardia. Esta noche saldremos a cazarlo, todos juntos – el cazador del colgante estaba muy decidido. Odiaba a los lobos más que a nada en el mundo y quería exterminar su raza. No comprendía que tenían sentimientos. Al fin y al cabo eran personas, diferentes, pero seres humanos.
-¿Cómo te encuentras? – me preguntó Varus al verme aparecer por la sala, ya aseada y con ropa nueva.
-No muy bien. Ya veo que seguís con la locura de aniquilar al licántropo.
-Luna…
-No me digas nada – levanté la mano indicando que se callara y me fui. Tenía que avisar a la bestia. Aquella noche no dormiría, mi prioridad era salvarle la vida a ese hombre que rondaba la mansión, y decirle que se fuera lejos, que no volviera y que rehiciera su vida con otras personas que no sepan nada de su condición.

Después de cenar, los cazadores sin Varus cogieron las armas y salieron al bosque para intentar cazar al licántropo. No tendrían piedad o miramiento alguno. Querían acabar con todo. De modo que esperé a que se hubieran ido todos. Me abrigué con una capa que encontré en el armario de mis aposentos, de terciopelo rojo, preciosa. Tenía que dar con el lobo antes que ellos. Era buena rastreadora, lo conseguiría.
Llevaba dos horas andando, cuando me empecé a marear. Caí al suelo y en cuestión de segundos pasó lo que juré que no permitiría que pasaría aquella noche. Me dormí en mitad del bosque.

Volví a conectar con el animal. Veía lo que el veía, sentía lo que el sentía. Estaba furioso. Se sentía amenazado. Iba directo a los cazadores, solamente quería tranquilidad, vivir en paz, una paz que de momento no podía conseguir. Los cazadores lo habían rodeado.
 “Huye”
Intentaba comunicarme con él, pero no podía. Era obvio ya que él seguía mostrando sus dientes a todo el grupo. Lo que ocurrió después lo recuerdo confuso. Hubo mucha sangre, ruido y gritos. Al acabar la pelea vi la carnicería. El lobo había acabado con todos y se había llevado como recompensa el collar brillante mágico. Estaba cansado, tan cansado que se tumbó a la orilla de un lago cristalino.

Al día siguiente me desperté asustada. Tenía que encontrar al lobo, o al hombre en el que se supone que se habría convertido.
-¿Qué es esto? – estaba desorientada. No me encontraba en el lugar del bosque en el que me había dormido. Me toqué la cabeza para intentar anular el mareo que sentía y lo vi. Sangre. ¿Me había atacado el lobo? Necesitaba limpiarme y volver corriendo al castillo. Me acerqué al lago y vi mi reflejo. Estaba ensangrentada, la boca principalmente. Me busqué heridas, pero no hallé alguna. Giré la cabeza y allí lo vi, el collar. Eso solo podía significar una cosa.

Yo era el licántropo.

Colección Cuentos

lunes, 21 de mayo de 2012





















Recuerdos de un ánima 37

viernes, 18 de mayo de 2012


Sueños de Plata 7

Pasaban los días y la primera noche de luna llena del mes se acercaba. Mis noches seguían siendo cada vez más perturbadoras. Seguía soñando con aquel animal, incluso a conectar con él. Comenzaba a sentir lo que el sentía en cada ataque, en cada cacería. Me sentía bien cuando soñaba. Me sentía viva, libre.
-Esperemos que este plan de resultado – comentaban los cazadores que andaban ya algo desesperados por matar a la bestia. No había atacado a ser humano todavía, pero estaba preocupados porque una bestia andaba fuera de su control y no la podían dominar. Ilusos.
-Tenemos cerca de un millar de perros bien entrenados para matar al lobo. Aunque no sean más fuertes, el factor número tiene que superarle y aniquilarle.
-No se por qué tenéis tanto afán con matar a esa criatura – comencé a decirles – no os ha atacado, dejadla vivir.
-Ha estado rondando el castillo, está incontrolable.
-No. Que vosotros no podáis controlarla no significa que sea salvaje. Tenéis la necesidad de tener bajo vuestro control todo lo que os rodea, y si no, os sentís amenazados. Queréis exterminar todo lo que no esté a vuestro favor, y eso os pasará factura muy pronto.
-Pero Luna...
-Luna tiene razón – me defendió por primera vez Varus.- Solamente os sentís amenazados. Yo no le tengo miedo al lobo pero no entiendo por qué ronda el castillo. De todos modos, seguiremos adelante con el plan.

Ese plan no les daría resultado, lo sabía, no estaba muy segura de por qué, pero lo sabía.
Esa noche el sueño fue diferente. Sentía el aire en mi cara cuando el lobo corría y dolor cuando se golpeaba. Vi como poco a poco, una nube de perros se iban acercando a él, abalanzándose sobre su cuerpo y mordiéndole en el lomo, las patas. Iban a masacrarle pero en un arrebato de furia, no podría decir si era mío o de él, consiguió acabar con todos ellos. El siguiente paso era huir y recuperarse.
-Es increíble el poder de esa bestia – comenzaron a decir a la mañana siguiente. Estaban de pie frente al montón de perros muertos.
-Hay que quemarlos o atraeremos a más animales carroñeros.
-Luna no está en su habitación – anunció de repente un hombre. ¿Me había ido a buscar a mi habitación? ¡Qué indecente!
Por miedo a que el animal hubiera acabado conmigo, comenzaron a buscarme a través del bosque pero no me hallaron. Toda la mañana mi búsqueda se tornó inútil. Tan inútil que no se dieron cuenta que yo seguía en el castillo, pero malherida en las cuadras.
-¡Aquí, rápido! – gritó el dueño del collar al encontrarme. El primero en llegar tras esa voz fue Varus.
-Está malherida, mirad su espalda.
-El lobo la ha atacado. Son marcas de arañazos.
-No se como ha podido sobrevivir.
Aunque me hallaba inconsciente, podía escuchar todos los pensamientos y conjeturas de aquellos hombres.
-Dejémosla descansar. Sus heridas ya están cicatrizando. Se recuperará pronto.
Y en brazos de Varus, fui conducida a mi cuarto.

Me desperté a la hora de la cena, ya de noche. Necesitaba lavarme y quitarme toda la sangre que las heridas me habían dejado. No podía entender como el lobo me había atacado si teníamos una conexión. Tampoco la razón de que hubiera sobrevivido. Era un misterio que estaba dispuesta a resolver.

Recuerdos de un Ánima 36

miércoles, 16 de mayo de 2012


Sueños de Plata 6

Pasaron pocos días de la muerte de mi padre y su posterior incineración. Seguíamos instalados en aquella mansión, a la espera de recibir suficiente alimento para poder emprender la marcha de vuelta a casa, una marcha que me aterraba.
Las comidas y las cenas se volvían alegres y chistosas para los hombres del grupo, contentos de eliminar al último lobo que amenazaba las dos aldeas, a un pobre hombre, a mi parecer. Seguía furiosa, pero más sosegada. Sabía que la ira me podía cegar, así que, poco a poco, tranquilamente, tramaría mi venganza.
-Buenas noches a todos – comenzaron a despedirse los hombres antes de irse a dormir.
-Buenas noches Luna – me deseó el Conde, pero hice oídos sordos. No había abierto la boca desde que mataron a mi padre. No había mostrado ningún sentimiento hacia nadie. Me había convertido en la mujer de hielo a pesar de tener el corazón a cien.

Varus me ponía nerviosa. Andaba siempre mirándome, extrañado y a la vez maravillado, no sé de que. Era un hombre muy extraño, aunque lo mismo le debía parecer yo. Dormir me resultaba algo dificil. Mi cabeza daba vueltas y no conseguía descansar. No podía, pero aun así, aquella noche me dormí. Soñé algo muy raro. Estaba en el bosque y me movía a una velocidad increíble. Cazaba animales y bebía en el lago. Según el reflejo del agua, veía a través de los ojos de un lobo blanco como la nieve. Era precioso y ágil. Sus movimientos resultaban majestuosos y sus sentidos espectacularmente desarrollados. Ver a través del animal era como volar libre, sin ataduras ni preocupaciones. Corría, saltaba y se arrastraba. Solo se paró una vez, al toparse con una gran muralla de metal. Estaba frente a la mansión de Varus.

Las voces de los cazadores me despertaron a la mañana siguiente, interrumpiendo aquel placentero sueño.
-¿Se puede saber que pasa? – si ya estaba irascible, cuando me despertaban tan bruscamente, más todavía.
-Hay otro lobo rondando la zona – me contestó el Conde Varus.
-¿Como? Ya asesinasteis al último.
-Mira – y me mostró el collar de aquel cazador. Había una cuenta brillante. – Esta noche arrasó con mis animales. Los devoró dejando seca mi reserva.
-Pero si no estamos en luna llena.
-Ya lo se – el conde seguía confuso – de lo que estoy seguro es de un cambiaformas, si nó el collar no brillaría. Las huellas son de lobo y humano, con lo cual tiene que ser un licántropo, pero lo que no entiendo es como se ha podido cambiar sin luna llena, y lo más preocupante, como ha podido traspasar las verjas en forma lobuna si tengo la mansión forrada de plata. Tendría que haberle obligado a trasformarse en humano.
-Este animal es mucho peor que el anterior – comenzaron a decir.
-Más fuerte – decía otro.
Todo aquello me dejó desconcertada y pensativa, muy pensativa. ¿Quién sería aquel animal? Y si no tuvo que cambiar de forma al entrar allí, yo no estaba a salvo con mi daga.
-¿Te pasa algo? – me preguntó Varus al ver mi cara de preocupación.
-No, me voy a desayunar – lo dejé mirándome, mientras los demás cazadores discutían.

Mientras desayunaba, sola en la mesa, me quedé pensando en todo lo que me dijeron y de repente, me acordé del sueño. ¿Casualidad? ¿Era solo un sueño o podía ver a través de los ojos de la bestia? Seguro que si revelaba aquello, me obligarían a ayudarles a cazar a esa pobre bestia, igual que hicieron con mi padre. No lo iba a permitir.

Recuerdos de un Ánima 35

martes, 15 de mayo de 2012



La Semana Santa

Ya llega la pasión
Y l amuerte de Jesús.
Ya se va apagando
Ese rayo de luz.

Él se muere
Y nosotros nos salvamos
Pero Él resucita
¡Qué alegre estamos!

Hablando de la Virgen María
Muchísimo sufrió
Y en ella se le clavaron
Los siete puñales en el corazón.

Pero también se alegró
Cuando subió su hijo al cielo
Y ella, en carne y hueso,
Lo siguió.

Recuerdos de un Ánima 34

sábado, 12 de mayo de 2012


Sueños de Plata 5

Joven, apuesto, gallardo, así era el Conde Varus. A pesar de tener más años que aquel cazador, apenas aparentaba mis diecinueve años. Podría ser el hombre lobo, sino supiera que era mi padre. Pero aquel hombre era muy joven, y los licántropos envejecían.
-Buenos días Conde.
-Buenos días. ¿Qué te trae por aquí amigo? – aún se acordaba del cazador.
-Como bien sabes es noche de lobos. Queda solamente uno – le enseñó el collar – y sus huellas han llegado hasta aquí.
-Entiendo – comprendía a la perfección lo que su amigo le estaba diciendo.
-Y queremos saber... – continuó diciendo.
-¿Eres tú el hombre lobo? – pregunté.
-No – contestó seguro de si mismo.
-Eso ya lo sabíamos – se apresuró a aclarar el cazador.
-Eso es lo que dices tú, pero yo no me fío.
-Es normal que desconfieis. Todas las pistas llegan hasta mi casa.
-Y estarás de acuerdo en que lo comprobemos – pero no le dejé contestar. Cogí el puñal de plata y se lo clavé en el estómago bajo la mirada de todo el grupo.
Para nuestro asombro, el joven ni se inmutó. Se sacó el cuchillo y me lo devolvió. No había sangre ni cicatriz. Absolutamente nada.
-¿Pero cómo…? – mi padre estaba en un estado entre asombrado y preocupado.
-No soy el hombre lobo como has podido comprobar – me contestó cuando me entregaba mi arma, mirándome a los ojos. – Vaya, que caliente tienes la mano – observó al rozármela.
-Tú, que la tienes muy fría.
-Permitidme que os de aposentos. Necesitáis recuperaros de las batallas y tenemos que averiguar como cazar al lobo restante. Tened en cuenta que éste es el más fuerte, pues ha conseguido burlaros y sobrevivir.
-Luna lo hirió con su daga pero consiguió escapar.
-¿De veras? – preguntó mirándome de nuevo – Veo que eres una caja de sorpresas, querida.
-Y tú un arrogante – dije en voz muy baja. Ese hombre no me caía bien. Tenía algo.
-Estará débil. Necesitamos capturarle antes del mes siguiente.

Pudimos descansar, asearnos, comer y cenar. Esa noche era la última luna llena del mes y al tener mi padre la daga, podría evitar transformarse. Podía descansar tranquila. No habría caza esa noche pero estaríamos allí recluidos hasta que hallaran la forma de aniquilar a la bestia y poder volver seguros a casa.
La noche pasó tranquila y la mañana amaneció radiante. El cansancio había desaparecido y con él las ojeras. Tenía ganas de ver como estaba mi padre, seguramente recuperado de la herida que le causé. De manera que me vestí y puse rumbo a su habitación, pero cuando llegué, un grupo de hombres se encontraban allí de pie, rodeando algo en el suelo.
-Tema resuelto – contestó el cazador enseñando su collar. Todas las cuentas apagadas.
-No – grité al verlo en el suelo, muerto. -¿Qué ha pasado?
-Tu padre era el lobo – contestó el cazador.
-Ralladuras de plata en la comida y la cena – comenzó a explicar el Conde – inofensivos para una persona pero mortales para un licántropo.
-¡Has matado a mi padre! – me abalancé sobre él para descargar toda mi ira con actos poco propios de una dama.
-Luna, no entiendes la situación, tu padre era un asesino.
-Mi padre era una persona con una maldición, o un don que no podía controlar. ¿Acaso matáis a las personas por ser de otra raza o color?
-Dejadla sola – dijo Varus obligando a todos a salir de la habitación, dejándome a solas con el cadáver de mi padre.

No controlé el tiempo que pasé allí, abrazada a él, llorando, maldiciendo a todos. Había perdido al ser que más amaba en este mundo. ¿Cómo iba a volver a casa? ¿Cómo se lo iba a decir a mi madre? ¿O ya lo sabría? Una rabia que antes no había sentido se apoderaba de mí. Quería venganza, sangre, destruirlos a todos como ellos habían hecho con mi padre. Que sufrieran poco a poco, lenta y dolorosamente. Esto no iba a quedarse así.

Recuerdos de un Ánima 33

jueves, 10 de mayo de 2012


ABUELO

Te digo esto abuelo mio
Antes de que te vaya a perder.
¡Cuánto te he querido!
Y ¡cuánto te voy a querer!

Y apuedes decir, y no es mentira,
Que has vivido dos siglos,
Aunque no sean enteros, ¡qué suerte!
Cosa que otros no han vivido.

¡Qué afortunada que soy!
Al tener por lo menos un abuelo-
Me da pena pensar
Que otros no puedan tenerlo.

No te olvides de nosotros,
Que somos tu familia,
pero aunque no lo parezca,
Nos das mucha alegría.

Recuerdos de un Ánima 32

miércoles, 9 de mayo de 2012


Sueños de Plata 4


-¿Pero como...? – no entendía como era posible, mi padre, un hombre lobo.
-No tuve más remedio.
-¡Eres un asesino!
-No. Me obligaron a salir con ellos de expedición en luna llena. No puedo evitar transformarme cuando la luz de la luna toca mi piel. El instinto asesino solamente lo tengo en lobo. No soy capaz de controlarme.
-Pero te detuviste al ir a atacarme a mí.
-Eres mi hija, hay un vínculo que nos une.
-¿Y no hay manera de evitar que te transformes?
-Si, la plata. El cuchillo que te regalé, ha ido pasando de padre a hijo. Es un amuleto que nos evitaba la transformación.
-¿Quieres decir que yo soy...?
-No, solamente los varones heredamos el gen. No podía quedarme la joya familiar porque al cumplir mi primogénito dieciocho años, se vuelve inútil conmigo, así te daría algo con que protegerte de mí.
-Pero me acabas de decir que nos une un vínculo, nunca me atacarías.
-Si, pero cuanto más tiempo pasa sin transformarse un licántropo, más feroz es cuando recobra la forma lobuna. Puede llegar a no reconocer a sus seres. Llevo sin transformarme 10 años, desde que empezaste a escaparte al bosque.

El ruido de las pisadas de los cazadores interrumpieron nuestra conversación. Mi padre no era un asesino, pero tenía que sobrevivir. Lo quería, pasara lo que pasara. Puede que aunque no hubiera heredado los genes licántropos, si que hubiera cogido los instintos desarrollados como el olfato y el oído. Siempre fui buena rastreadora, siempre encontraba lo que quería, y en ese momento quería encontrar a mi padre.
-¿Hasta donde nos llevará esta expedición? – le susurré a mi padre al oído. Me hizo una mueca de ignorancia. Solo quedaba un lobo, y era él.
-Descansaremos aquí esta noche, bajo el refugio de esta hoguera. Haremos guardia para que no se apague.
-¿Tanta importancia tiene el fuego? – pregunté.
-El fuego ahuyenta a los lobos, no se acercará.
-¿Pero cómo sabes que aún queda alguno? ¿No los habéis exterminado a todos?
-Mira, Luna. Este collar de plata que llevo colgado al cuello me lo regaló el Conde Varus cuando tenía cinco años. Me acogió en su mansión después de que mis padres fueran asesinados por los lobos. Él era un experto cazador y me salvó de esas bestias. Me enseñó a cazarlos y me regaló esta joya de playa. Cada cuenta brillante corresponde a  los lobos vivos que habitan este bosque y sus alrededores. Solamente queda una cuenta brillante. Seguiremos sus huellas, pero por la mañana.
Temía por la vida de mi padre. No quería perderlo y tenía la misma sensación que aquella noche, cuando partió con los cazadores. Y cada vez estaban más animados, solo quedaba un lobo y una noche más de luna llena. Aunque de los cien que salieron, solo quedaron veinte, la energía y las ganas de exterminar a la raza canina no habían desaparecido.

La marcha comenzó con el primer rayo de sol. Seguimos las pisadas del supuesto lobo, pero no sabían que eran pistas falsas que había dejado mi padre la noche anterior. Poco a poco nos íbamos alejando del bosque, y de los dominios de las dos aldeas. La arena de nuestros pies tornaba blanda y fina. Poco a poco se iba formando un camino que llegaba hasta una mansión, la cual divisamos sobre el mediodía.
-¿Quien vive aquí? Tan lejos de la civilización.
-El Conde Varus – contestó el cazador de la joya de plata.
-Quizá sea él el lobo – añadió mi padre para despistar.
-Lo dudo – contestó el cazador.
-¿Por qué estás tan seguro? – le pregunté. Quería apoyar la acusación de mi padre – Podría ser cualquiera y las huellas llegan hasta aquí.
El cazador se resignaba a pensar que el hombre que le salvó la vida, fuera en realidad el asesino de sus padres.
-Averigüémoslo – y dicho esto, entramos en el territorio de aquella mansión. Un territorio lóbrego. No pude evitar sentir un escalofrío.

Recuerdos de un Ánima 31

martes, 8 de mayo de 2012


SI ERES

Si eres agradecido
Mil gracias te darán,
Mas si tú no lo eres
Siempre te rechazarán.

Da las gracias cuando debas
Y aunque no, tú las das,
Pues por ser agradecido
No te podrán mirar mal.

El que es bien agradecido
Con quien está alrededor
Siempre tendrá un buen amigo
Y nadie le guardará rencor.

Recuerdos de un Ánima 30

lunes, 7 de mayo de 2012


Sueños de Plata 3


Según avanzaba el día y llegaba la noche el ruido de pisadas y gritos se hacía más fuerte. Las huellas de lobo habían desaparecido y en su lugar estaba divisando huellas de hombre, de botas. Me asustaba, no lo podía comprender. ¿Un hombre que se convierte en lobo? Era ilógico, una locura. Y si fuera cierto, podría ser cualquiera. ¿Alguien sabía eso?

Cayó la noche sin darme cuenta. Yo seguía en mis aterradores pensamientos. Los ruidos y gritos de los grupos de cazadores seguían, y los rugidos de los lobos también. Debían haber abatido a algunos, porque cesaron bastantes y en su lugar se oyeron gritos de alegría. Unos gritos y luces de antorchas que se dirigían hacia donde yo estaba, y eso solo podía significar una cosa. Habían seguido más huellas; había un lobo acechándome.

-Idiota, ¿cómo no me he podido dar cuenta? – me dije a mi misma empuñando el cuchillo de mi padre. Era una chica con buenos reflejos y sentidos audaces. Tendría que haberme dado cuenta. Pero no me dio mucho mas tiempo para pensar. Un ruido proveniente de mi espalda me alertó y al girarme vi un enorme lobo negro abalanzándose sobre mí. Sin pensarlo le clavé el puñal en el costado, pero era demasiado grande como para que le afectase. Le provoqué una herida superficial aunque conseguí derribarle. Acto seguido, la criatura se levantó y comenzó a andar hacia mí. Yo estaba sentada en el suelo, con miedo a incorporarme por si el animal me atacaba. Cuando llegó a mi, se quedó mirándome a los ojos, respirando profundamente, sin hacerme nada, solo mirándome, confundido.

-¡Ahí hay otro! – el grito de un cazador y las posteriores lanzas ahuyentaron a la bestia.
-¿Estas bien Luna? – me preguntó un hombre.
-Si.
-¿Qué haces aquí?
-En busca de mi padre.
-Es demasiado peligroso para tí.
-Ve a casa – me dijo otro.
-No, esperad – el que me conocía se paró a pensar. Se había dado cuenta de una cosa.
-¿Qué pasa? – le pregunté.
-No os habeis dado cuenta de que al mirar a la cara a Luna, el lobo no la ha atacado. La conoce. Ella puede llevarnos hasta él. Es el único que nos queda por exterminar.
-Está bien, vamos.

Acababa de formar parte del grupo de caza. Podría hacer algo por mi misma. Y lo más extraño era lo que había dicho el cazador, el lobo me conocía.
-Pero... ¿Sabeis lo que son esas bestias? – le pregunté al hombre.
-Lo intuíamos. Las leyendas son ciertas. Son hombres lobo, de las dos aldeas. Compañeros nuestros con antepasados diferentes. Los colonos de este lugar.
-¿Y puede ser cualquiera? – no daba crédito a lo que escuchaba mientras seguíamos las marcas de sangre que había dejado el lobo.
-Si. Parece ser que solo se transforman con luna llena. Solo atacaban al ganado ya que necesitaban carne cruda para poder mantener activo el poder de regeneración celular. Pero al comenzar está dichosa guerra entre aldeas, la gente comenzó a buscarlos, y para defenderse, empezaron a atacar a los hombres. Solamente la plata puede matarlos o impedir la transformación.
Miré mi puñal, era de plata.
-Si, tu puñal seguramente habra obligado al lobo a transformarse en humano y de esa manera hacerle cicatricar más lentamente. Podremos darle caza.

Estábamos siguiendo a un monstruo sanguinario, que se sentía atacado pero que a la vez le complacía matar, disfrutaba con ello y se alimentaba de sus víctimas. Solo esperaba que mi padre se encontrara con vida.
-¡Aquí! – gritó uno de repente.
-¿El lobo? – pregunté.
-No, tu padre – estaba muerto, seguro. Me eche las manos a la cabeza y comencé a llorar sin atreverme a ver el cuerpo.
-Está vivo – escuche que decía uno.
Me acerqué corriendo. Estaba tendido en el suelo con la ropa desgarrada y toda la camisa manchada de sangre. Le ayudaron a levantarse.
-¿Estás bien, Josh? – le preguntó un aldeano.
-Si no os preocupeis. El lobo se ha marchado hacia allí – señaló unas huellas que se alejaban. –Toda mi partida fue abatida, pero conseguí salir.
-Papá – corrí a abrazarle. No se sorprendió de verme.
-Sabía que te escaparías de casa.
-Será mejor que descansemos un rato. Vamos a explorar la zona. Vosotros coged leña, montaremos una hoguera. Luna, cura a tu padre.
-De acuerdo.

Toda la gente se dispersó para realizar las tareas encomendadas de manera que nos quedamos solos mi padre y yo. Le quité la camisa para curarle las heridas pero no comprendía lo que estaba viendo. Solamente tenia una. Igual a la que acababa de ver en aquel animal. Lo miré a los ojos y le hice una pregunta.
-Papá, la sangre de tu camisa no es tuya, ¿verdad?
Con una leve sonrisa levantó el dedo y me lo puso en el labio. Silencio.

recuerdos de un ánima 29

domingo, 6 de mayo de 2012


A MI MADRE

Tú eres una rosa.
Tú eres un clavel.
Tú eres mi madre.
Te quiero y te querré.

Si estoy triste,
Me consuelas.
Siempre estás cuando te necesito.
¡Ay cuanto te quiero!
¡Ay cuanto te he querido!

Para la mejor madre.

Colección Animal

sábado, 5 de mayo de 2012









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