LAZOS DE SANGRE 9
Desde la muerte de Pedro los días se
habían vuelto un infierno. Linki sentía la furia de Adrián a kilómetros de
distancia y le costaba controlar esa ira ajena que sentía. Cada noche la manada
se reunía para entrenar, controlar la transformación y hacerse cada vez más
fuerte, pero costaba. Dolor, rugidos, rabia, huesos rotos… el peligro acechaba
y el sufrimiento también.
-Danos un respiro Adrián. Estamos
exhaustos – pedía Linki.
-Tenéis que controlarlo. La fecha se
nos echa encima y el poder de la manada no es suficiente.
-Qué fecha…
-Tenemos que aprovechar el mes que
viene. Se da un acontecimiento que no ocurre desde hace cincuenta años. La luna
azul.
-¿Qué es eso?
- Se da cuando en un mismo mes
coinciden dos lunas llenas. Nos hace más fuertes, casi invencibles y
contrarresta el poder de la luna roja.
-¿El qué?
-La luna roja es exactamente lo
mismo pero con dos lunas nuevas. Ese acontecimiento favorece a los hombres
pantera y tenemos que atacar antes de que lo hagan ellos y el mes que viene
tendremos la ventaja que necesitamos.
-Esto me da mala espina Adrián.
-No me puedes fallar ahora Linkshandige.
-Y no te voy a fallar, pero sabes que soy
sincero y no veo nada bueno de este asunto. El final puede ser desastroso para
todos.
-No te preocupes, por lo menos no nos llevaremos
inocentes por delante, para eso estamos entrenando.
-Ya…
Su corazón estaba dividido. Por un lado no
quería tomar parte en ese asunto, en esa masacre ilógica, pero por otra parte
sabía que Adrián era una buena persona y tenía que ayudarlo o perecería en su
locura de venganza. Cuanta menos gente muera, mejor.
Era espectacular el progreso que se veía en
aquellos empollones con gafas y asma. Ahora parecían perfectos atletas sacados
de una serie americana. Los adolescentes más guapos y esbeltos que se podía
imaginar. Capaces de saltar tan alto que daba la impresión de que volaban y
correr tan rápido que el tele-transporte era la única opción que parecía
ocurrir ante los ojos de cualquiera. Y esta noche tenían que descansar ya que
era la última noche del mes y septiembre estaba a solo unos minutos. Cuando el
reloj diera las doce de la noche, los corazones de los hombres lobo comenzarían
a latir más lento de lo normal de manera que la más mínima alteración haría que
la transformación fuera inminente. El ritmo cardíaco normal se volvería
taquicardia en ellos y el cambio de fase daría lugar a una mutación sin dolor.
El único sentimiento que notarían sería gozo y placer por dejar salir todos sus
instintos primarios, necesidades y deseos. La moral no existiría ni los
remordimientos. Ese mes podrían diferenciar a un humano normal de un pantera
sin necesidad de derramar sangre inocente. Podrían pasar por lobos pacíficos de
las montañas si una persona pasara por su lado sni verse atacados.
-Hoy es la noche – comentó Linkshandige cuando
estaba cenando con su abuela.
-¿Estás nervioso? – preguntó la anciana.
-Sí, muchísimo. No estoy de acuerdo con esto
pero…
-Necesitan tu ayuda.
-Exacto.
-Tranquilo, todo saldrá bien.
-¿Cómo estás tan segura?
-Lo estoy. No te preocupes mi pequeño, sabes que
siempre estaré ahí para protegerte.
No sabía como pero las palabras de esa ancianita
siempre le tranquilizaban en los momentos más extremos. Su cara llena de
arrugas y su mirada escondida tras esas gafas redondas le reconfortaban.
Linkshandige estaba nervioso andando por la
habitación, de un lado a otro, mientras su abuela estaba sentada en la mecedora
haciendo una bufanda con sus pequeños y arrugados dedos.
-Vas a hacer un agujero en el suelo.
-No se porqué tarda tanto Adrián en llamarnos.
-Todo a su tiempo, no seas impaciente. La
serenidad y la paciencia es una gran virtud que tiene que llegar a conseguir
todo buen hombre lobo. Si las dominas, te haces invencible, así que tranquilo.
No tardó mucho en llegarle una sensación de
alerta. Adrián los llamaba a todos. Se iban a reunir en un sitio alejado de la
civilización y el lugar elegido era el desierto de los Monegros. Como un rayo,
Linki salió de su casa y comenzó a entrar en fase haciendo desaparecer su
cuerpo entre una nube de humo negro y apareciendo en su lugar el cuerpo de un
esbelto lobo. No tardó en reunirse con el resto de la manada y su alfa a la
cabeza. Los panteras se retrasaban y no era normal en ellos.
-Nos van a tender una emboscada – pensó Linki
para comunicarse con los suyos.
-Vendrán.
Pero el tiempo pasaba y los lobos se
impacientaban. Algunos volvieron a su fase humana. Tanto tiempo en lobo sin
hacer nada los distraían y ya no podían estar alerta. Tenían que cambiar pero
cuando eran humanos no se podían proteger. El silencio reinaba, demasiado
silencio…
-¡Cuidado!
Los panteras aparecieron abalanzándose sobre los
que se habían transformado en humanos. Solo estaban esperando a que algunos se
pusieran nerviosos para romper el vínculo de la manada. Linkshandige intentó
quitar a algunos panteras de encima a sus amigos hasta que se pudieran volver a
transformar, pero las heridas eran muy grandes. Aún así, el poder de la luna
estaba a su favor pero la sorpresa de la emboscada, tal y como predijo Linki
corría en su contra. Tan distraído estaba en salvar a sus amigos que no velaba
por su propia vida y un pantera estuvo a punto de rebanarle el cuello pero un
lobo desconocido le salvó la vida. Era grande, igual que ellos, fornido y
blanco como la misma nieve. Sus colmillos eran los más amenazadores que había
visto jamás, señal de un gran uso de ellos. Un sentimiento de fuerza invadió a
toda la manada.
-La manada vuelve a estar completa – fue lo que
sintió Adrián y no se molestó en averiguar quién era el nuevo miembro. Solo
quería acabar con su enemigo y hacer efectiva su venganza.
Con ese nuevo lobo la balanza volvía a cambiar a
su favor. Linkshandige tardó un segundo en recuperarse del pensamiento de morir
degollado. El nuevo miembro lo ayudó a incorporarse y a volver a la batalla. No
había visto a ese ser en la vida pero sus ojos tenían algo que le resultaba
familiar.
0 comentarios:
Publicar un comentario