Recuerdos de un Ánima 64

lunes, 3 de septiembre de 2012



LAZOS DE SANGRE 9

Desde la muerte de Pedro los días se habían vuelto un infierno. Linki sentía la furia de Adrián a kilómetros de distancia y le costaba controlar esa ira ajena que sentía. Cada noche la manada se reunía para entrenar, controlar la transformación y hacerse cada vez más fuerte, pero costaba. Dolor, rugidos, rabia, huesos rotos… el peligro acechaba y el sufrimiento también.
-Danos un respiro Adrián. Estamos exhaustos – pedía Linki.
-Tenéis que controlarlo. La fecha se nos echa encima y el poder de la manada no es suficiente.
-Qué fecha…
-Tenemos que aprovechar el mes que viene. Se da un acontecimiento que no ocurre desde hace cincuenta años. La luna azul.
-¿Qué es eso?
- Se da cuando en un mismo mes coinciden dos lunas llenas. Nos hace más fuertes, casi invencibles y contrarresta el poder de la luna roja.
-¿El qué?
-La luna roja es exactamente lo mismo pero con dos lunas nuevas. Ese acontecimiento favorece a los hombres pantera y tenemos que atacar antes de que lo hagan ellos y el mes que viene tendremos la ventaja que necesitamos.
-Esto me da mala espina Adrián.
-No me puedes fallar ahora Linkshandige.
-Y no te voy a fallar, pero sabes que soy sincero y no veo nada bueno de este asunto. El final puede ser desastroso para todos.
-No te preocupes, por lo menos no nos llevaremos inocentes por delante, para eso estamos entrenando.
-Ya…

Su corazón estaba dividido. Por un lado no quería tomar parte en ese asunto, en esa masacre ilógica, pero por otra parte sabía que Adrián era una buena persona y tenía que ayudarlo o perecería en su locura de venganza. Cuanta menos gente muera, mejor.
Era espectacular el progreso que se veía en aquellos empollones con gafas y asma. Ahora parecían perfectos atletas sacados de una serie americana. Los adolescentes más guapos y esbeltos que se podía imaginar. Capaces de saltar tan alto que daba la impresión de que volaban y correr tan rápido que el tele-transporte era la única opción que parecía ocurrir ante los ojos de cualquiera. Y esta noche tenían que descansar ya que era la última noche del mes y septiembre estaba a solo unos minutos. Cuando el reloj diera las doce de la noche, los corazones de los hombres lobo comenzarían a latir más lento de lo normal de manera que la más mínima alteración haría que la transformación fuera inminente. El ritmo cardíaco normal se volvería taquicardia en ellos y el cambio de fase daría lugar a una mutación sin dolor. El único sentimiento que notarían sería gozo y placer por dejar salir todos sus instintos primarios, necesidades y deseos. La moral no existiría ni los remordimientos. Ese mes podrían diferenciar a un humano normal de un pantera sin necesidad de derramar sangre inocente. Podrían pasar por lobos pacíficos de las montañas si una persona pasara por su lado sni verse atacados.

-Hoy es la noche – comentó Linkshandige cuando estaba cenando con su abuela.
-¿Estás nervioso? – preguntó la anciana.
-Sí, muchísimo. No estoy de acuerdo con esto pero…
-Necesitan tu ayuda.
-Exacto.
-Tranquilo, todo saldrá bien.
-¿Cómo estás tan segura?
-Lo estoy. No te preocupes mi pequeño, sabes que siempre estaré ahí para protegerte.
No sabía como pero las palabras de esa ancianita siempre le tranquilizaban en los momentos más extremos. Su cara llena de arrugas y su mirada escondida tras esas gafas redondas le reconfortaban.

Linkshandige estaba nervioso andando por la habitación, de un lado a otro, mientras su abuela estaba sentada en la mecedora haciendo una bufanda con sus pequeños y arrugados dedos.
-Vas a hacer un agujero en el suelo.
-No se porqué tarda tanto Adrián en llamarnos.
-Todo a su tiempo, no seas impaciente. La serenidad y la paciencia es una gran virtud que tiene que llegar a conseguir todo buen hombre lobo. Si las dominas, te haces invencible, así que tranquilo.
No tardó mucho en llegarle una sensación de alerta. Adrián los llamaba a todos. Se iban a reunir en un sitio alejado de la civilización y el lugar elegido era el desierto de los Monegros. Como un rayo, Linki salió de su casa y comenzó a entrar en fase haciendo desaparecer su cuerpo entre una nube de humo negro y apareciendo en su lugar el cuerpo de un esbelto lobo. No tardó en reunirse con el resto de la manada y su alfa a la cabeza. Los panteras se retrasaban y no era normal en ellos.
-Nos van a tender una emboscada – pensó Linki para comunicarse con los suyos.
-Vendrán.
Pero el tiempo pasaba y los lobos se impacientaban. Algunos volvieron a su fase humana. Tanto tiempo en lobo sin hacer nada los distraían y ya no podían estar alerta. Tenían que cambiar pero cuando eran humanos no se podían proteger. El silencio reinaba, demasiado silencio…

-¡Cuidado!

Los panteras aparecieron abalanzándose sobre los que se habían transformado en humanos. Solo estaban esperando a que algunos se pusieran nerviosos para romper el vínculo de la manada. Linkshandige intentó quitar a algunos panteras de encima a sus amigos hasta que se pudieran volver a transformar, pero las heridas eran muy grandes. Aún así, el poder de la luna estaba a su favor pero la sorpresa de la emboscada, tal y como predijo Linki corría en su contra. Tan distraído estaba en salvar a sus amigos que no velaba por su propia vida y un pantera estuvo a punto de rebanarle el cuello pero un lobo desconocido le salvó la vida. Era grande, igual que ellos, fornido y blanco como la misma nieve. Sus colmillos eran los más amenazadores que había visto jamás, señal de un gran uso de ellos. Un sentimiento de fuerza invadió a toda la manada.
-La manada vuelve a estar completa – fue lo que sintió Adrián y no se molestó en averiguar quién era el nuevo miembro. Solo quería acabar con su enemigo y hacer efectiva su venganza.

Con ese nuevo lobo la balanza volvía a cambiar a su favor. Linkshandige tardó un segundo en recuperarse del pensamiento de morir degollado. El nuevo miembro lo ayudó a incorporarse y a volver a la batalla. No había visto a ese ser en la vida pero sus ojos tenían algo que le resultaba familiar.

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