wolverine village 9
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Darek, enamorado de ella, ¿cómo no se había dado cuenta? Claro, él lo intentaba evitar, con esa fachada de animal y mala persona, egoísta y cruel, pero solamente intentaba darle una vida propia, que fuera feliz, mantenerla lejos de los peligros del castillo y del peligro que suponía él. Pero Darek no había caído en la cuenta de otro peligro adicional, la manada de lobos que cada luna llena merodeaba por los alrededores del castillo. Los mismos lobos protagonistas de la historia que le contó Jarvan, los que pertenecían al clan de Darek y que al estar el preso en el castillo no habían conseguido volver a su forma humana, perdiendo poco a poco su humanidad, sin poder reconocer a un semejante.
El corazón le latía con más fuerza que nunca. La persona que la había torturado, y soportado después, le había declarado su amor, pero algo tarde. Estaba confundida, no sabía qué pensar. Ella también sentía algo hacia él, pero no sabía definirlo. Le molestaba que la tratara mal, pero también le molestaba cuando no la trataba. No sabía que hacer. El tiempo había pasado muy deprisa en el mundo fuera del castillo y no tenía a nadie. Su vida ya no sería igual. No sabía que hacer si no era cuidar del castillo y de Darek. No podía estar lejos de él. Tenía que volver.
-Corre Cassandra, corre – se decía a si misma mientras corría por el bosque en dirección al castillo. De repente, unas sombras la seguían a través de los árboles y unos extraños sonidos se hacían cada vez más fuertes y cercanos. Los rugidos aumentaban de ferocidad y unas luciérnagas rojas aumentaban de tamaño.
¡Lobos!
La habían olfateado. Había estado demasiado tiempo en el mismo lugar, parada sin moverse y el olor se había hecho más fuerte. Por más que corría, los lobos eran más veloces. No podía escapar, se agotaba, se ahogaba. El cansancio hacía que sus ojos se entrecerraran y la falta de oxígeno que se mareara. Tan mal se encontraba que no dio cuenta de la raíz medio salida de un árbol. Se tropezó y cayó al suelo. No podía levantarse, era inútil que saliera corriendo, su fin estaba cerca. Lo último que le vino a la mente antes de cerrar los ojos y esperar su desdichado final fue la cara de un lobo con humanidad, de Darek. Un ser al que amaba. Ahora sí que lo sabía. Podía descansar tranquila.
Oyó un gran rugido, mucho más fuerte que el de los demás y esperó al gran zarpazo que se supone que vendría después, pero no sintió nada. Abrió los ojos y se sentó en la nieve. Tenía que saber que había pasado. Un gran y enorme lobo estaba luchando contra los demás, un lobo que… reconoció al instante. Darek. Le estaba salvando la vida, pero a cambio estaba dando la suya. Salir del castillo alguien que lo tenía prohibido lo debilitaba lenta y dolorosamente hasta la muerte, sin contar casi los veinte lobos que le estaban atacando. Desesperada empezó a buscar en su bolsa algo, sin saber el que y encontró un paquete de Jarvan con una nota:
La necesitarás.
Era una pistola. Nunca había usado una, pero no había tiempo de dudar o disparar. Apuntó a un lobo y disparó. Primer fallo. Segundo disparo, segundo fallo.
-Vamos estúpida niña pálida – se dijo a si misma.
Tercer disparo, premio. Le había dado a uno en el pecho. No era herida mortal pero sangraba bastante. Los demás huyeron asustados y Cassandra pudo recoger a Darek, o lo que quedaba de él.
Como ya había hecho en alguna que otra ocasión, rasgó partes de sus vestidos formando con los retales una gran cuerda de manera que pudiera arrastrar a Darek hasta el castillo. Aquello le supuso más esfuerzo que el de la propia huida, pero estaba llena de adrenalina. Quería salvarle la vida, y decirle que le quería. Le daba igual que fuera un lobo el resto de su vida, con tal de estar a su lado.
-¡¡¡Ayuda, por favor!!! – gritó a pleno pulmón nada más traspasar la verja.
-Corred – Jarvan salió el primero para auxiliarles seguido por una multitud de sirvientes. Cogieron a Darek Y lo entraron en volandas hasta su habitación para examinarlo y curarlo. Estaba inconsciente y tenía múltiples heridas. Cassandra estaba en estado de shock. La mente se le había quedado en blanco de tantas cosas que estaba pensando. Darek, Darek, ese tenía que ser su único pensamiento. Se levantó del suelo sin hacer caso de las mujeres que intentaban ayudarla y entró corriendo en el castillo. Solo quería verlo a él.
-No puedes entrar- le dijo Jarvan cuando intentó abrir la puerta.
-Quiero verlo.
-El médico está examinándole.
El tiempo de espera era interminable, eterno… Cassandra estaba sentada en frente de la puerta, con la cabeza apoyada en las rodillas y Jarman caminaba nervioso de un lado a otro. No podían estar tranquilos, el médico estaba tardando demasiado. De repente la puerta se abre y Cassandra se levanta la primera para poder acercarse.
-Lo siento mucho – comenzó a decir el doctor, - he intentado hacer todo por él, pero no hay solución.
-¿Está muerto? – preguntó Jarvan.
-Su corazón aún late, pero muy lento. Pronto se parará por insuficiencia cardíaca. Le he inyectado morfina para que no sufra.
-Tengo que verlo – y sin esperar a ver si le daban permiso o no, entró en la habitación empujando a todo el mundo para abrirse camino.
-Será mejor que los dejemos solos – dijo Jarvan cerrando las puertas.
-Darek, ¿me escuchas? – le susurró cogiéndole de la mano, pero no obtuvo señal. Comenzó a llorar según le iba hablando. –Darek, mi amor, por favor, no te vayas. Te quiero. No puedo seguir si tú no estás conmigo. Me da igual que seas un lobo o un mapache, te quiero tal y como eres. Sé que eres un ser humano como yo, tienes sentimientos y me los demostraste, aunque tu delicadeza no fuera muy buena. Lo se, llevas siglos solo, pero ahora estoy yo. No me dejes por favor.
Darek no mostraba ningún signo de mejoría mientras hablaba y Cassandra lloraba más a cada palabra que decía. El cuerpo de Darek se enfriaba por momentos. Como último esfuerzo por estar junto a su amado, se acercó a su cara y le dio un beso en el hocico frío y blanquecino. Era una despedida, dolorosa e inolvidable. Se levantó y dispuso a marcharse cuando algo le agarró el brazo, se giró y vio a un joven de tez morena, pelo negro y ojos color miel que la miraba, con la mano impidiéndole que se marchara. Aunque no le había visto así, sabía que era él. Se le echó encima sin mirar si le hacía daño o no y le besó en los labios.
-¿Qué ha…? ¡Oh! – Jarvan entró en la habitación Se alegró al ver a su sobrino de nuevo despierto y convertido en humano. –Rompiste el hechizo – le dijo a Darek.
-No, lo hizo ella – contestó señalando a Cassandra. – Me hizo cambiar, volver a sentir y querer vivir de nuevo.
-Dejadme un momento con el joven – indicó el médico que no se salía de su asombro.
-Tranquila, no me moveré de aquí. Podrás venir después – Darek vio la cara de Cassandra he intentó tranquilizarla.
El ambiente en el castillo estaba más tranquilo. Darek estaba fuera de peligro y se recuperaría pronto. Al fin y al cabo, era un licántropo y se curaba en cuestión de minutos, aunque los daños causados por la magia retrasaban la curación. Lo mismo pasaba con el castillo y los alrededores. Al haberse roto el hechizo, la nieve había desaparecido y el jardín y todas las instalaciones destruidas o en ruinas, volvían a estar espléndidas, como nunca. La gente era libre y algunos se marcharon para comenzar una nueva vida, pero muchos se quedaron en el castillo como servicio, por voluntad propia. Se habían cogido mucho cariño, incluido a Darek.
-¿Por qué no te marchaste? – le preguntó Darek a Cassandra una mañana, sentados en el columpio de madera del jardín. No paraba de mirarle a los ojos y ella se sonrojaba.
-Vi la nota que me escribiste en el cuaderno. Yo sentía algo por ti, pero no conseguía descubrir si era estima u odio. Tenía que volver para descubrirlo.
-Sigues siendo igual de cotilla y cabezona – añadió con una sonrisa sin evitar llevarse un empujoncito cariñoso de ella.
-¿Cómo sabías que estaba en peligro?
-¿Te acuerdas las cicatrices que tenías en la espalda?
-Si, las que desaparecieron mientras dormía una noche.
-Yo te las curé.
-¿Cómo?
-Eso lo guardaré en secreto toda mi vida – Cassandra le echó una mirada severa – la cosa es que con esas cicatrices que yo te hice el día que decidiste entrar en el cuarto prohibido podía sentir lo que tú sentías, ver cuando estabas en peligro incluso soñar lo que tú soñabas.
-Vaya, es como si me espiaras. – Darek se rió - ¿Y aun sientes esas cosas?
-Si. Siempre las sentiré. Es mi maldición por hacerte daño.
-O un don. Me salvaste la vida.
-Tú salvaste la nuestra, la de todos al ayudarme con mi carácter, con mi vida…
-No lo se… - Se enrojecía de la vergüenza - ¿Qué hay en esa habitación que tanto proteges?
-Ven, te lo enseñaré.
Increíble, iba a entrar en la habitación prohibida sin temor a que la descubriera.
-Mira – le mostró la caja que vio aquella noche.
-Pero si son… Fotos.
-Si, son mis recuerdos, mi familia, mis amigos. No quería que nadie entrara porque no quería que se destruyeran. Mi parte humana temía que si desaparecían, acabaría olvidándolos y sucumbiendo a la furia animal que luchaba en mi interior. Por otra parte no quería verlos, porque anhelaba poder, y en mi fase humana no lo tenía.
-Comprendo. Los recuerdos son muy importantes para todos. Son los motivos por los que seguimos vivos.
-Y ahora mi recuerdo, eres tú. Te quiero Casandra.
FIN
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