wolverine village 8
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-¿Qué ha pasado? – Cassandra estaba desconcertada, en la cama, con dolor de cabeza y gente a su alrededor.
-Estabas en el cobertizo intentando coger las tijeras para podar unos setos, falló la estantería y se te cayeron herramientas en la cabeza – le contestaron algunas de las personas que la encontraron.
-Vamos, salid, dejadla descansar – y tras estas palabras de Jarvan, el tío de Darek, toda la gente salió de la habitación, incluído él.
-¿Por qué cometiste tal estupidez? – le preguntó una voz desde las sombras.
-Darek....
-Te podías haber matado, ¿es que no eres consciente?
-¿Por qué te portas siempre así conmigo? Me duele.
-¿Así cómo?
-Como si fuera una idiota que no sabe lo que hace. Soy adulta y consciente de mis actos. Lo que buscaba se encontraba allí.
-No vas a volver a trabajar en el jardín.
-¿Por qué?
-No quiero que haya ningún accidente más.
-Pero si ya está casi terminado.
-Es una orden.
-¿Orden? Al final sigo siendo tu sirvienta, ¿verdad? ¿Por qué no me vuelves a encerrar en las mazmorras?
-Cassandra…
-Déjame sola – estaba muy dolida y en ese momento quería estar sola. Tenía que pensar, aclararse las ideas y escribir. Sobretodo escribir, un medio para desahogarse de todo.
En una semana la recuperación de Cassandra era casi completa. Ya caminaba por el castillo pero no hacía ningún esfuerzo físico. Se acercaba al jardín pero estaba vallado con alambre de espino. Nadie podía pasar. Esos días no se concentraba para escribir, solamente cuando estaba sentada en su cama o en frente de la puerta prohibida. Había días en los que se sentaba delante de ella y se ponía a escribir, sin saber que Darek la observaba desde lejos. Se pasaba horas allí, sin darse cuenta del hambre o del sueño hasta que algo interrumpía su concentración. Esos días que paseaba por el castillo evitaba encontrarse con Darek, y cuando lo hacía, le volvía la cara evitando mirarle o dirigirle palabra alguna. Todo el mundo en el castillo se dio cuenta del cambio de actitud de Cassandra aunque no sabían el porqué. También de la relación que tenían y de lo arisco que se volvía Darek cuando ella se alejaba de él, mostrando indiferencia.
-Jarvan, ¿ha visto usted mi cuaderno de notas? – le preguntó al ver que no lo encontraba donde lo había dejado el día anterior.
-No querida. ¿Estas segura que te lo dejaste aquí?
-Ya no lo sé – contestó frotándose la cabeza.
- Cassandra, ven, tengo que hablar contigo – le anunció un día Darek
-Os dejaré solos – y Jarvan salió de la habitación.
-¿Qué quieres?
-Vengo a demostrarte que no eres como dijiste mi sirvienta ni quiero prohibirte nada. Sólo quería protegerte. Eres más frágil de lo que crees.
-Eso me dice siempre la gente, pero soy una persona como otra cualquiera – se enfadaba cada vez que alguien le decía eso, se sentía infravalorada.
-Lo que quería decirte es que te concedo tu libertad.
-¿Que? – Esa confesión la había dejado atónita.
-Que puedes marcharte cuando quieras, rehacer tu vida y acabar tus estudios. No tienes nada que hacer aquí.
-Pero… Está bien. ¿Cuándo quieres que me marche?
-Cuanto antes posible, – y se le endureció el rostro – al fin y al cabo eres una boca más que alimentar y un estorbo.
-No lo entiendo – las lágrimas comenzaban a asomarle por los ojos – está bien, como usted desee – y bajando el rostro puso rumbo a su habitación.
Cambio brusco en la actitud de Darek, palabras dañinas saliendo de su boca… Él tenía razón, hace tiempo que no tenía trabajo allí, era una boca más a alimentar que sobraba en ese sitio y estorbaba a los demás. Así que sacó una bolsa del armario y empezó a meter en ella ropa y algunos utensilios que tenía en el baño. Mientras lo hacía pensaba en su futuro a partir de ahora. No sabía la fecha exacta en la que estaba, pero volvería a casa, quizá con una identidad distinta. Cogió una capa, se la puso y salió del cuarto.
-Cassandra espera – la voz de Jarvan la detuvo en la puerta de entrada.
-¿Qué pasa?
-Darek me ha dicho que te diera esto.
-¡Mi cuaderno! ¿Dónde estaba?
-Delante del cuarto prohibido, según me dijo.
-Gracias – lo recogió y se lo guardó en la bolsa.
-Buena suerte, preciosa, y ten cuidado.
-Descuida – y con un cariñoso abrazo se despidió.
Con paso firme iba andando hasta la gran verja que separaba al castillo del mundo real. Una verja que al principio asustaba pero que ahora estaba deseando abrir. Salir de allí y andar por el camino hasta el pueblo era como respirar aire puro. Aire que parecía que le faltara, porque cada vez respiraba más rápido. Andaba deprisa, sin darse cuenta, por la emoción de comenzar, de ser libre, que tuvo que sentarse un rato a descansar. Sacó su cuaderno y empezó a leer todo lo que había escrito desde que Darek se lo regaló. Pasaba las hojas distraída cuando en la última percibió algo que no estaba escrito en su letra.
“Siento haberte hablado así pero todos los seres que más quiero acaban sufriendo por mi culpa. Te libero para que empieces una vida lejos de mí. Te quiero. Darek”
Ningún aire era suficiente para poder mover su cuerpo. Se había paralizado y sólo un desgarrador aullido proveniente del castillo consiguió helarle, todavía más el corazón.
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