wolverine village 7
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Con el paso del tiempo y de los meses, Cassandra se convirtió en un huésped más. La gente allí estaba más contenta y feliz, por lo que eran más eficientes. Cuando se levantaba, el castillo ya estaba limpio, así que empezó a pasearse por él, buscando algo que hacer.
-No son muy bonitas las vistas – le comentó a Darek un día que lo vio mirando por la ventana al jardín trasero.
-Está descuidado – contestó sin mover la cabeza.
-¿Por qué nadie lo cuida?
-Porque era trabajo mío. Son mis plantas y solo yo se como cuidarlas. Con estas garras no puedo hacer nada.
-No entiendo por qué te quedas todo el día mirando a través de la ventana el mismo paisaje día y noche.
-Me recuerda antiguos tiempos y cómo era nuestra vida entes de que pasara todo. La gente de este castillo tiene la misma sensación que yo. Se acuerdan del terrible momento en el que nos encarcelaron a todos al mirar este lamentable jardín. Antes era el más hermoso de la zona, con su mirador, su fuente, su lago, su rosal…
-¿Por qué no me cuentas qué tipo de plantas había?
-¿Para qué quieres saberlo?
-Para poder arreglar el jardín con una mínima esperanza de que lo voy a conseguir.
-Ni hablar.
-Tú mismo, pero luego caerá sobre tu conciencia el desastre causado por mi ignorancia cuando te levantes una mañana y veas tu preciado lugar hecho trizas – los sirvientes que escuchaban la conversación agazapados detrás de la puerta no daban crédito a lo que oían. Temían por la vida de Cassandra ante tanta insubordinación, pero para su sorpresa ocurrió algo totalmente distinto.
-Sígueme – le ordenó Darek tras un suspiro, saliendo de la habitación en dirección a la biblioteca.
Entre Darek y Cassandra había nacido una relación nueva y desenfadada. Según Cassandra, aquello era el inicio de una amistad, y según Darek, el inicio de una pesadilla. Se sentía intimidado por una mujer en su propio territorio, tanto que había puesto a su disposición toda la información que poseía para tener un jardín perfecto, algo que solo los señores de los castillos acaudalados tenían el privilegio de conservar.
-Muy bien. Me pondré ahora mismo a leer.
-Ten cuidado por favor. Ese jardín significa mucho para mí – el rostro de Darek se tornó en una dolorosa tristeza al volver a su mente recuerdos ligados al lugar.
-¿Qué te pasa? – preguntó Cassandra casi en un susurro al ver su rostro.
-Nada, solamente quiero que tengas cuidado – finalizó Darek volviendo a cambiar su semblante – tienes unas manos muy largas y eres bastante torpe – y sin dejar reclamar a su compañera de castillo, salió de la sala, con los mismos aires de superioridad que cualquier mañana.
En una semana se había leído y memorizado toda la información necesaria para empezar con el jardín. Tenía las herramientas necesarias, las semillas, el agua e incluso la ropa. Una noche apareció encima de su cama una caja con una nota que decía:
“No me gustaría que destrozaras tus delicadas manos. Si vas a convertir mi jardín en un paraíso, necesitarás estar cómoda”.
Y dentro había unos pantalones negros elásticos, ajustados, unas botas también negras, una camisa blanca y un corsé negro acompañado de unos guantes del mismo color.
-Si que tiene gusto este hombre – se dijo para sí misma al ver todo aquello.
Día a día pasaba las horas en el jardín, regándolo, limpiándolo y quitando las malas hierbas mientras Darek, a través de la ventana, la observaba. Al principio se excusaba ante su tío diciendo que no quería dejar sin vigilancia su tesoro, pero más adelante preguntaba por ella cuando no la veía o cuando ella caminaba hacia otro destino.
-Está escribiendo, en su habitación- le contestó una vez una de sus criadas. El regalo que le había dado tiempo antes le había gustado, ya que le estaba dando uso. Y aunque no le gustaba reconocer, Darek pasaba buenos momentos viendo como ella hacía algo que le gustaba, escribir. Se acercaba a la puerta de su habitación y pegaba la oreja a la puerta, escuchando cómo pasaba las hojas o el ruido de la pluma al rozar con el papiro.
-Estás sintiendo algo por ella, Darek – observó su tío una mañana mientras Darek paseaba nervioso delante de la ventana donde debería estar Cassandra trabajando en el jardín.
-No digas tonterías. Simplemente no me gusta que dejen las cosas a medias.
-La observas día y noche. Antes querías estar solo pero ahora no puedes estar tranquilo si ella no está cerca.
-Que te quede claro… - empezó a decirle Darek a su tío pero la voz de una asustada Camila, la encargada de recoger la leña para las chimeneas, los interrumpió.
-Cassandra está atrapada en el cobertizo, se le ha caído una estantería encima y no se puede mover.
No acabó de decir esas palabras cuando Darek desapareció de la sala. Estaba preocupado y no se molestó en ocultarlo.
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