ESMERALDA 5
La luz del sol entraba por la ventana bañando la pálida tez
de Esmeralda. Poco a poco los ojos abrían paso a un iris verde claro y
brillante. Levantando la cabeza recordó lo que pasó la noche anterior. Se
encontraba sola en la cama, pero desnuda, prueba de que ya no era tan inocente como en su pasado. El olor del
compañero nocturno aún permanecía en las sábanas y una mancha de sangre
corroboraba los hechos.
-¿Pero qué he hecho? – se preguntó a si misma. “No me
refería a esto cuando me preguntó si quería conocer a un hombre”. Su cabeza era
un hervidero.
“Toc, toc, toc”.
-¿Quién es? – preguntó Esmeralda tapándose el pecho con
la sábana.
-Soy el hermano Dan. El Padre pregunta si quiere que le
traigamos el desayuno a la habitación o si bajará a desayunar con nosotros.
-No…. No, traérmelo a la habitación si no es molestia.
-Ningún problema. En seguida se lo traemos.
-Gracias.
Con paso ligero se levantó y se dio un baño como si con
eso intentara borrar los hechos. En seguida llegó el desayuno. Ella ya estaba
vestida y preparada para desayunar y salir. No quería que nadie se enterara de
lo que había pasado la noche anterior allí, no sabía como se lo iban a tomar ni
si sería prejudicial para ella o para él. Se habían portado muy bien con ella y
él tampoco la forzó.
-Muchas gracias por cobijarme y ayudarme – Esmeralda tenía
que marcharse y salir de allí. Tenía que empezar una nueva vida lejos de los
dominios de la Reina.
-No te preocupes y buen viaje. – El padre estaba muy
orgulloso de ayudarla. Él veía la bondad en la chica aunque ella dudaba de que
la tuviera. Se sentía mal consigo misma.
Montada en Lucifer salió a galope atravesando bosques y
aldeas. Haciendo noche en posadas gracias al dinero que le dio el padre en el
monasterio y sobreviviendo con la bolsa de comida que el cocinero le había
regalado.
Días después llegó a un gran castillo. Ya había
conseguido salir de los dominios de la Reina y no parecía hostil. Decidió
entrar y buscar ayuda. Al verla llegar bajaron el puente levadizo. Había
guardias con armadura velando por la seguridad del castillo en cada esquina.
Dentro de las murallas había como una mini aldea y al fondo otras murallas no
tan altas que separaban al pueblo del castillo y la nobleza.
-Mi señor, le busca una doncella proveniente de tierras
lejanas – la anunció un guardia al Rey. Todos los que estaban allí en ese
momento levantaron la cabeza y la miraron. Estaban bastante acalorados tratando
un tema importante. El arma más valiosa del reino había sido robada.
-Luego seguimos – el Rey despidió a sus soldados para
tratar ese tema en otro lugar y se acercó a Esmeralda.
-Buenos días, Señor. – Saludó Esmeralda. – Siento molestarle
pero vengo de… venía a pedir ayuda.
Se había quedado pensativa. No quería revelar el porqué
de su huida no la fueran a tratar como una criminal.
-Veo que vienes muy cansada – observó con una sonrisa en
la boca. Parecía buena persona.
-Si señor.
-¿Quieres cobijo, pequeña?
-Si, cualquier cabaña me vendrá bien.
-¿Experiencia?
-He trabajado toda mi vida en las cuadras al cuidado de
los caballos.
-Pues no se hable más. Vivirás en nuestro castillo
cuidando de los caballos.
-Muchísimas gracias Señor.
-Podrás tener también allí a tu magnífico ejemplar.
Aunque tienes que tener en cuenta una cosa. Como has podido observar tenemos
ciertos problemas y es seguro que mis soldados tengan que salir de viaje. Los
caballos tienen que estar listos en cualquier momento. Tendrás ayuda.
-No se preocupe, todo estará listo.
Fue conducida a una casita dentro del dominio del
castillo al lado de las cuadras. Era pequeña pero bonita y acogedora y, lo más
importante, era para ella. Sería independiente de todo el mundo y podría tomar
decisiones sobre su propia vida. Estaba contenta. Podría salir de la cuadra,
cabalgar con Lucifer y tener tiempo libre para conocer a más gente y, según vio
lo que había en los armarios de su cabaña, podría relacionarse con la nobleza. Los
vestidos y trajes que tenía eran más sofisticados que el vestido harapiento con
el que estuvo trabajando toda su vida.
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