ESMERALDA 4
Con la frente sudorosa por el susto, Esmeralda se
levantó para cerrar la ventana y acto seguido tres golpecitos en la puerta la
distrajeron. Nerviosa fue a abrir y se encontró cara a cara con David.
-Te he oído gritar, ¿estás bien? – se relajó al
verlo y más al ver que se preocupaba por ella.
-Sí. Siento si te he despertado pero no me gustan
las tormentas.
-No te preocupes.
Otro relámpago seguido de un trueno extremadamente
fuerte hizo que Esmeralda se echara las manos a la cabeza. Era demasiado ruido
y estrés para ella.
-Me puedo quedar esta noche contigo si quieres –
le propuso David.
Era algo que no se esperaba. Se quedó pensando un
momento y aunque su cabeza decía que no, estaba demasiado asustada como para
poder pasar la noche sola.
-De acuerdo – contestó al final.
-Acuéstate. Te prepararé un poco de valeriana para
que puedas descansar.
En un momento, David preparó el té relajante y se
lo dio para que lo tomara. Esmeralda notó como hacía efecto. Estaba más
tranquila y relajada. Los nervios se habían disipado y la tranquilidad se
apoderaba de su cuerpo.
-¿Cómo te encuentras? – preguntó David.
-Mucho mejor, gracias.
-¿Cómo te has visto metida en esta situación?
-La
Reina me acusa de destruir su compromiso. Dice que embrujé al
príncipe con el que se iba a casar y mandó matarme.
-Pobre. ¿Y cómo ocurrió?
-Solo nos encontramos una vez en las cuadras donde
yo trabajaba con los caballos. Les estaba preparando dos corceles para su paseo
vespertino cuando él entró y me miró. No pasó nada más.
Cada vez se encontraba más cansada.
-¿De modo que nunca has salido de aquel lugar?
-No.
-Ni tampoco has conocido a más hombres?
-No, la
Reina no me dejaba.
La confusión entre el mundo real y el de los
sueños se hacía cada vez más grande en la mente de Esmeralda. No conseguía
comprender las palabras que escuchaba aunque sí que podía articularlas.
-¿Y desearías conocer al género opuesto? – escuchó
que le preguntaba David.
-Si – contestó aunque no entendió el sentido real
de la pregunta y vio como poco a poco aquel hombre le iba despojando de sus
vestiduras sin que ella pudiera moverse, gritar o defenderse.
Esa noche, la inocencia de Esmeralda desaparecería
por completo.
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