Caretas 3
-Siento el retraso – se disculpó Antonio.
-No
te preocupes, yo también acabo de llegar.
Se
había puesto un traje negro con una camisa blanca sin corbata a juego con mi
vestido blanco de tirantes. Para empezar la noche, el camarero nos sirvió unas
copas de champán.
-¿Y
esto? – pregunté extrañada.
-Para
enmendar de alguna manera mi retraso – me contestó acercándome la copa con una
sonrisa para brindar.
-De
acuerdo.
-Por
una noche maravillosa – dijo él.
Seguimos
bebiendo, cenamos y bailamos como locos hasta que las burbujas del champán se
me subieron a la cabeza. Antonio me acompañó a mi habitación amablemente. Me
tuve que quitar los zapatos en el ascensor. Los tacones eran demasiado para mi
estado de embriaguez.
-¿Te
lo has pasado bien esta noche? – me preguntó casi en un susurro cuando cerré la
puerta.
-Si
– conteste con una mezcla de alegría e incomodidad. El vestido empezaba a
molestarme, me apretaba mucho y los nervios por un posible desliz sexual me
hacían sudar muchísimo.
-¿Qué
te pasa? – me preguntó al ver mi expresión.
-Mira
Antonio, tengo que confesarte algo.
-¿Qué
pasa? – me preguntó mientras le indiqué que se sentara en la cama.
-He
fingido ser una persona que no soy. No soy aventurera ni alocada. Soy una
persona planificadora, y algo aburrido según la gente que me conoce. No salgo
con hombres que no conozco ni mucho menos me acuesto con ellos – confesé con la
cabeza agachada de la vergüenza – además este vestido me está matando.
-Vaya
– estaba sorprendido pero nada molesto. Me ayudó a desabrocharme el vestido y
me acercó un albornoz para que pudiera ponérmelo. – Yo también tengo algo que
decirte- Escuché que empezaba a hablar pero me quedé dormida enseguida. El
alcohol era algo que no toleraba y me dejaba Cao rápidamente.
-Levanta
princesa, nos vamos a dar un paseo por el mar – la voz de mi padre me despertó.
Tenían una llave de mi habitación y querían darme una sorpresa. Tenía una
resaca horrible.
-¿Es
necesario que vaya yo?
-Si,
además hemos quedado con unos amigos que hace mucho que no te ven. Será una
visita agradable – contestó mi madre.
Sabía
que no le podía llevar la contraria de modo que tenía que levantarme, lavarme y
arreglarme para esa visita marítima. Miré en mi maleta algo decente para
ponerme y vi una nota que decía:
Lo he pasado genial.
Llámame.
Antonio.
Y
un número de teléfono. Después de todo, no me salió mal la cosa.
0 comentarios:
Publicar un comentario