Recuerdos de un Ánima 72

martes, 2 de octubre de 2012



Caretas 3

-Siento el retraso – se disculpó Antonio.
-No te preocupes, yo también acabo de llegar.
Se había puesto un traje negro con una camisa blanca sin corbata a juego con mi vestido blanco de tirantes. Para empezar la noche, el camarero nos sirvió unas copas de champán.
-¿Y esto? – pregunté extrañada.
-Para enmendar de alguna manera mi retraso – me contestó acercándome la copa con una sonrisa para brindar.
-De acuerdo.
-Por una noche maravillosa – dijo él.
Seguimos bebiendo, cenamos y bailamos como locos hasta que las burbujas del champán se me subieron a la cabeza. Antonio me acompañó a mi habitación amablemente. Me tuve que quitar los zapatos en el ascensor. Los tacones eran demasiado para mi estado de embriaguez.
-¿Te lo has pasado bien esta noche? – me preguntó casi en un susurro cuando cerré la puerta.
-Si – conteste con una mezcla de alegría e incomodidad. El vestido empezaba a molestarme, me apretaba mucho y los nervios por un posible desliz sexual me hacían sudar muchísimo.
-¿Qué te pasa? – me preguntó al ver mi expresión.
-Mira Antonio, tengo que confesarte algo.
-¿Qué pasa? – me preguntó mientras le indiqué que se sentara en la cama.
-He fingido ser una persona que no soy. No soy aventurera ni alocada. Soy una persona planificadora, y algo aburrido según la gente que me conoce. No salgo con hombres que no conozco ni mucho menos me acuesto con ellos – confesé con la cabeza agachada de la vergüenza – además este vestido me está matando.
-Vaya – estaba sorprendido pero nada molesto. Me ayudó a desabrocharme el vestido y me acercó un albornoz para que pudiera ponérmelo. – Yo también tengo algo que decirte- Escuché que empezaba a hablar pero me quedé dormida enseguida. El alcohol era algo que no toleraba y me dejaba Cao rápidamente.

-Levanta princesa, nos vamos a dar un paseo por el mar – la voz de mi padre me despertó. Tenían una llave de mi habitación y querían darme una sorpresa. Tenía una resaca horrible.
-¿Es necesario que vaya yo?
-Si, además hemos quedado con unos amigos que hace mucho que no te ven. Será una visita agradable – contestó mi madre.
Sabía que no le podía llevar la contraria de modo que tenía que levantarme, lavarme y arreglarme para esa visita marítima. Miré en mi maleta algo decente para ponerme y vi una nota que decía:

Lo he pasado genial.
Llámame.
Antonio.

Y un número de teléfono. Después de todo, no me salió mal la cosa.

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