Recuerdos de un Ánima 75

lunes, 29 de octubre de 2012



Caretas 6

Al terminar la luna de miel, regresamos a nuestra casa para estrenarla como un matrimonio. El barrio era muy tranquilo con unos vecinos muy amables. Siempre estaban sonriendo y haciendo cosas por la comunidad. Antonio se preparaba para ir a su oficina. Seguía trabajando como arquitecto y yo me preparaba para ir a la mía.

- No te olvides de recoger los pasteles que encargué para la fiesta del barrio de esta noche – le recordé.
- No te preocupes.

Cogí las llaves de mi coche y salí de casa. Yo entraba antes a trabajar, de modo que Antonio recogía el desayuno y cerraba la casa. Mientras repasaba mentalmente la exposición que tenía a primera hora busqué el bote de vitaminas que me había encargado tomar el médico y me di cuenta que se me había olvidado. Estos días atrás había tenido pequeñas recaídas debido al estrés, probablemente y el medico me las mandó tomar.
-No fastidies… - tenía que regresar.
Antonio habría salido de casa así que estaría vacía, pero cuando llegué a mi garaje vi que su coche aún estaba ahí.
- Qué raro.
Entré en la casa y estaba toda patas arriba. Parece que había entrado un atracador. Las mesillas estaban volcadas, los colchones rajados y los cristales rotos. El suelo estaba manchado y lleno de casquillos de balas. Me estaba asustando.
-¿Cariño? – pregunté sin esperar respuesta preparándome para lo peor.
-Estoy aquí. – Su voz sonaba desde la cocina, me acerqué y vi a un compañero de trabajo de Antonio atado y amordazado en una silla.
-¿Pero qué es esto?
- Le han pagado por matarme.
-Antonio no digas tonterías – le quité el pañuelo de la boca  al hombre y fue cuando él lo confirmó.
-Si no lo hago yo lo hará otra persona.
-Tenemos que irnos – Antonio me agarró del brazo y salimos corriendo en mi coche, él conducía.
-¿Quieres explicarme qué está pasando? ¿Por qué te quieren matar?
-Alguien me quiere ver muerto. Ayer en el trabajo recibí la llamada de mi antiguo jefe y quería que volviera a trabajar para él. Seguramente sea él.
-¿Pero en qué narices estabas trabajando? – su conducción temeraria me estaba revolviendo el estómago.
-Era… asesino a sueldo.

Esto era increíble. Estaba casada con un completo desconocido.
-La noche que nos conocimos te lo quise contar pero te dormiste.
-Ah, y la culpa es mía ¿no?
-Pues si no roncaras tanto me habrías escuchado.
Unos disparos interrumpieron nuestra discusión que se había vuelto ridícula. El compañero de Antonio se había desatado y nos estaba persiguiendo. De la guantera de mi coche sacó Antonio un arma y con la mano izquierda comenzó a disparar mientras conducía con la derecha. Me estaba volviendo loca. No conocía a Antonio, no conocía a mis vecinos, mi vida era una completa obra de teatro trágico.

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