Caretas 5
Al
final decidimos contarle lo del matrimonio a mi padre. Antonio tenía más miedo
que yo. Por una parte era hija única de una familia bien acomodada y mi padre
siempre fue muy protector, por otra parte, Antonio se había quedado sin trabajo
y era muy orgulloso para pedirle ayuda a mi padre. Una tarde quedaron en el
club de golf para hablar.
-Así
que quieres casarte con mi hija – comentó mi padre con una ligera sonrisa
diabólica en la cara.
-Si,
señor – contestó Antonio tan firme que parecía haberse tragado una escoba.
-¿Y
como piensas mantener a la familia? ¿O es que esperas que te mantenga ella?
-Claro
que no. En un par de días comenzaré a trabajar en una empresa de construcción
como arquitecto. No es un sueldo lujoso pero nos llegará para los dos. A parte
del de su hija, podremos vivir cómodamente.
-Mira.
Antonio. No te voy a quitar el ojo de encima. No quiero que hagas sufrir a mi
hija, que no le falte de nada, que no se estrese y que no la trates mal, si
no, serás esta bola de golf. – Y después de estas palabras, golpeó la bola tan
fuerte que se salió del campo.
-Prueba
superada – contestó Antonio cuando llegó a la casita que tenía conmigo.
-¿Estás
seguro? – pregunté.
-Sí.
-¿Y
no te ha soltado ningún discurso?
-Prefiero
no hablar de eso. – Sabía que sí, pero era mejor dejar las cosas así. Ya
podíamos casarnos.
La
emoción me inundaba. Todo eran preparativos para la boda de mis sueños y algo
me decía que esta si que se celebraría. Mis padres me ayudaron a preparar todo
ya que Antonio estaba liadísimo con el trabajo. El vestido era precioso,
blanco, con mucho vuelo, parecía una princesita. Lo veía un poco caro pero,
como siempre, la frase de mi padre fue:
-No
mires el precio.
Todo
era perfecto. Las flores, la iglesia, el banquete… Y la luna de miel, Miami.
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