Caretas 4
Después
de quedar en ocasiones temporales con Antonio, me volví con mi familia a
España. Me había hecho ilusiones con ese chico, era guapo, bien formado,
educado, cariñoso… Porqué no arriesgarme. Esta podría ser mi aventura, mi
ocasión para empezar una nueva vida sin cambiar mi forma de ser.
Al
fin descansaba tranquila en la urbanización familiar que teníamos en las
afueras de Madrid. En unos días volvería a trabajar y necesitaba tener la mente
despejada. Era la directora de una empresa de marketing y publicidad y la
imaginación era imprescindible. Una tarde mientras leía una revista sentada en
una hamaca del jardín recibí una llamada.
-Hola
Ana.
-Antonio,
qué agradable sorpresa.
-Tenía
ganas de hablar contigo. – Me ruboricé.
-Yo
también.
Seguimos
así un rato y al final quedamos ese fin de semana. Le contaría todo lo que sentía
por él aunque eso lo asustara. Estaba nerviosa, no sabía como plantear el tema,
ni la cita. Peor por suerte todo me salió bien y aquella decisión hizo que
comenzara una bonita relación, la cual nos llevaría a una proposición de
matrimonio a los tres años. Solo había un gran riesgo mortal en todo el plan.
Tener que pedir mi mano a mi padre.
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