Recuerdos de un Ánima 45

jueves, 21 de junio de 2012


LA MORADA INFERNAL 4

-¿Qué vamos a hacer? – estaban histéricos, el cuerpo sin aparecer.
-Llamad a Pedro.
-No está – anunció Elena. Se quedaron mirando, otra desaparición.
-Por favor, buscadlo.
Con los pelos de punta y los nervios a flor de piel se pusieron a buscar a Pedro. Lucía y Aurora fueron al cobertizo y Roberto y Juan al lago. Bucearon y nada, movieron cajas del cobertizo y no aparecía.
-¿Habeis encopntrado algo? – preguntaron los chicos.
-Nada.
Decidieron separarse para poder encontrarlo más rápido. Algunos por el bosque y otros por los alrededores de la mansión. Horas andando sin resultado hasta que el grito de Lucía los hizo reunirse.
-¿Qué pasa?
-Mirad – señaló al suelo y se veía una mano salir de la tierra, sin vida.
-Vamos a desenterrarlo – le dijo Roberto a Juan y al acabar vieron que, efectivamente, Pedro había muerto enterrado vivo. Tenía las uñas llenas de tierra intentando escarvar para salir.
-¿Quién nos está torturando? – Lucía era un mar de lágrimas.
-¿No recordais este lugar? – una voz fantasmagórica los asustó.
-¿Quién ha dicho eso? – miraron en todas direcciones pero no vieron el origen.
-Juan, no se parece a... – comenzó a decir Aurora.
-¿A qué? – Lucía quería resolver todas las incógnitas.
-Si pero, no creerás que.. – continuó Juan.
-¿¡Creer que!? – Lucía estaba a punto de estallar.
-Pues.. – Juan decidió comenzar a contar su relato cuando la arena del suelo comenzó a hundirse bajo sus pies abriendo un agujero y cayendo dentro junto al cadáver de Pedro.
-¿Estáis bien? – preguntó Roberto.
-Mirad – señaló Juan. El cuerpo de Lucía estaba tambien en aquel agujero.
-Esto es macabro. ¿Qué psicópata ha hecho todo esto?
-¿Creeis en fantasmas?
-¿A que viene esa pregunta Juan? -  Lucía estaba desconcertada.
-Escuchad. ¿Os acordáis del botellón que hicimos hace quince años?
-¿En el que desapareció Megara? – Preguntó Roberto.
-Si. Pues fue exactamente en este lugar donde ocurrió todo. Aurora y yo nos escapamos a este lugar exactamente a darnos el lote. No queríamos que nadie nos viera porque los dos teníamos pareja. Estábamos quitándonos la ropa cuando oímos a alguien que se acercaba y nos fuimos dejando prendas por el suelo. Nos escondimos para ver quien era y vimos a Megara hablando por teléfono con alguien. De repente se enganchó con una camiseta mía en el tobillo y cayó en un hoyo. Nos acercamos a verla pero se había roto el cuello. Decidimos enterrar el cuerpo y no decir nada.
-Estáis completamente locos – sentenció Lucía. - ¿Quién se va a creer eso?

En medio de la discusión cayó un objeto en medio de ellos procedente del exterior.
-¿Qué es eso?
-Un teléfono móvil.
-Es el móvil de Megara.
Miraron hacia la entrada del agujero y, sorpresa, allí estaba yo, mirándoles con una sonrisa de oreja a oreja.
-Eso os pasa por hacer cosas malas.
Y con esta frase tan ingeniosa comencé a echarles arena encima riendo con los gritos de mis últimas víctimas.

La venganza se sirve en un plato bien frío, sobretodo cuando diez años después de mi muerte construyen una morada encima de mi cuerpo.

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