Epifanías de un Ánima 2

miércoles, 28 de agosto de 2013



Herencia familiar.

Pasito a pasito, Roșu se iba alejando del cobertizo. A través de la puerta de madera, parcialmente destrozada, se escuchaba una respiración ajetreada, semejantes la excitación que siente un depredador segundos antes de capturar a su presa. Dos puntos rojos se volvieron un rubí intenso cuando aquella cosa, de un salto, se plantó delante de la joven la cual, intentando retroceder, tropezó cayendo en la nieve. Su larga y negra melena cubría toda su cara. Se retiró el pelo y miró a aquella bestia. Parecía un lobo pero tenía el tamaño de un elefante.

Con una gran lentitud y sin levantar las patas de la nieve, aquella bestia se iba acercando a Roșu como si fuera a comérsela lenta y relajadamente. Roșu no se movía, estaba paralizada por el pánico pero, sin previo aviso gritó:

-¡No!

La bestia se detuvo en seco, como si hubiera recibido una orden. Estaba desconcertado, confundido. Cerró los ojos y se escondió en el bosque. Roșu también estaba confundida. No sabía que había pasado ni que la había impulsado a gritarle de aquella manera. Seguía tirada en el suelo con el corazón acelerado y sin saber qué hacer. Lo único que podía, dejare a su abuela la cesta de comida y volverse a su casa antes de que dieran el toque de queda. Estaba preocupada por la anciana pero no tenía en sus manos el poder de hacer algo mas por ella de lo que ya hacía.

De camino a su casa, algo oscuro la invadió, como un escalofrío. El incidente de esa tarde no sería el único susto que tendría aquel invierno. Lo mejor estaba aún por llegar.

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