Recuerdos de un Ánima 76

miércoles, 7 de noviembre de 2012



Caretas 7

El coche en el que íbamos montados era un auténtico arsenal de armas. Al final, un disparo de los de Antonio alcanzó el motor del coche que nos perseguía y estalló matando al conductor. Mi marido era un asesino.
-Ya te lo he dicho, era un asesino a sueldo, pero lo dejé cuando nos conocimos. Por eso me quedé sin trabajo.
-Esto es ridículo. Llévame con mis padres.
-No sabemos quien está metido en esto.
-No seas idiota, ¿cómo van a estar metidos en esto mis padres?
-En mi trabajo aprendes a no confiar en nadie.
-¿Y aún así te casaste conmigo?
-Cariño, yo no…
-Déjalo.

El resto del viaje lo pasamos en silencio, yo mirando por la ventanilla y él conduciendo con la mirada fija en la carretera. Llegamos hasta un hotel donde se hospedaba el antiguo jefe de Antonio. Mi marido quería preguntarle quién estaba intentando matarnos y porqué. Bajamos del coche y me dio un arma.
-Prefiero que lleves una, estarás más segura.
-Lo estaría soltera.
-Por favor.
Cogí la pistola y me la guardé en la cintura, dentro del pantalón. El hotel era lujoso. Al parecer los asesinos podían permitirse esas cosas, lo que me hizo preguntar una cosa.
-¿Qué has hecho con todo el dinero que has cobrado por… ya sabes?
-Está bien guardado.
-¿Y he tenido que trabajar como una mula sabiendo tú qué teníamos algo ahorrado?
-Si te decía que era rico habrías cambiado tu forma de ser, y yo me enamoré de la dulce Ana María.
En ese momento tenía ganas de convertirme en una asesina para poder matarle con una patada en los…

Al entrar en la habitación vimos a un hombre semidesnudo y regordete muerto en la cama. Tenía un disparo en el pecho.
-Me llamó hace dos días mientras estaba en el trabajo. Supongo que quería avisarme. – Comentaba en voz alta.
Estaba harta de tanta farsa, de tanto lío y de tantos disparos.
-Me voy con mis padres.
-Pero Ana.
-Déjalo ya. Me enamoré de un hombre cariñoso y lleno de vida, no de un asesino. ¿Cómo voy a formar una familia con un hombre así? Si me has engañado en esto, ¿en qué más? ¿En la fidelidad?
-Vamos nena.
Lo dejé con la palabra en la boca, me metí en el coche y me fui alejando poco a poco mientras él miraba como lo hacía. Al salir del complejo hotelero vi a una de nuestras vecinas entrar en él. Esa mujer era una golfa, siempre había intentado coquetear con Antonio. Eso me ponía de los nervios. Quizá si que amara a Antonio pero estaba muy dolida. Para no pagarlo con mis padres decidí dar media vuelta y pagarlo con esa mujer. Al llegar donde estaba la vi caminando hacia mi marido apuntándolo con una pistola mientras él intentaba ponerse en pie a duras penas. Ella lo había intentado atropellar varias veces. Sin pensarlo, apunté y disparé a la cabeza de esa mujer. Nadie tenía derecho a matar a mi marido, excepto yo.

-¿Qué he hecho? – pregunté incrédula al ver el acierto de mi disparo.
-Muy bien cariño, pero ahora dame el arma.
No me podía mover, demasiada conmoción.
-Llévame con mis padres, por favor.
-Como quieras.
Nos subimos en el coche con el mismo panorama que cuando huíamos de nuestra casa. Yo mirando por la ventanilla y él concentrado en la carretera. Al llegar a la casa de mis padres la vi vacía, sin luz.
-Esto no me huele nada bien – le comenté a Antonio.
-Ve por arriba, yo iré pos abajo.
Nos separamos. Subí al cuarto de mis padres, estaba desordenado. Escuché un sonido abajo y miré. Mi madre acababa de entrar por la puerta.
-Mamá, ¿estás bien?
-Sí cariño. Hemos ido a la policía a denunciar todo esto. Tu padre está aparcando, ahora viene.
Volví a escuchar ruidos arriba, cogí un cuchillo de la cocina sin pensar en lo que hacía y subí. Mi madre me siguió con una copa llena de brandy. Las sombras se movían por el suelo. Alguien había entrado. Otros dos vecinos nuestros se encontraban husmeando por la casa con una metralleta en la mano. Mi vida era un vil engaño. Personas que no conocía, como si hubieran llevado caretas todo este tiempo. Iba a apuñalar a uno cuando el otro nos sorprendió por la espalda a mi madre y a mí.
-Tira el cuchillo – me ordenó, pero antes de que pudiera hacerlo Antonio le disparó en la espalda. Tuvimos tiempo suficiente para salir las dos corriendo mientras él se encargaba del otro. Llegamos al salón y mi respiración se entrecortaba. Demasiadas emociones y sustos en tan poco tiempo. Mi madre en cambio estaba muy tranquila. Se había ido a la cocina a prepararse otra copa. En ese momento mi padre entró por la puerta y fui a abrazarle.
-Hola pequeña – me saludó mientras le abrazaba. Noté que solo me rodeó con un brazo de manera que me separé para mirarle y con el otro estaba apuntando a mi marido, pistola en mano. Ambos se apuntaban.
-¿Alguien me quiere explicar qué está pasando? – pregunté enfadada. Mi madre miró al techo y se sentó en el sofá con su nueva copa.
-Tu padre ha contratado un montón de asesinos para liquidarnos.
-No, para liquidarte a ti.
-¿Pero de qué estáis hablando? – no me podía creer nada de lo que oía.
-Se que en el viaje que hicimos mi familia a aquellas islas tú ibas a matarme y de haber subido a aquel barco, lo habrías conseguido.
Hice memoria. Se refería a la visita a la que habíamos sido invitados mi familia y yo. No fuimos ya que yo me encontraba de resaca y mis padres se quedaron conmigo.
-Yo también podría haber muerto – le recriminé a Antonio.
-Tenía orden de matar a tu padre.
-¿Pero por qué?
-Porque era un asesino retirado y los asesinos no se pueden retirar.
-Mi padre no…
-Cariño, tranquilízate – la voz de mi madre interrumpió esa acalorada discusión.
-¿Qué?
-Tu marido tiene razón. Tu padre era un asesino.
-¿Y tú lo sabías?
-Si.
-Tu madre lo supo desde el principio.
-Y tú también lo habrías sabido si no te hubieras quedado dormida aquella noche.
-Antonio, vale ya.

Me quedé mirando a mi familia. No era la que yo esperaba pero era mi familia. Mi padre me quería mucho y siempre me ha protegido. Y si un ex asesino era capaz de hacer eso porqué no Antonio. Sinceramente, estaba enamorada de ese hombre y quería formar una familia con él pero las dudas rondaban mi cabeza. Al fin y al cabo, él y mi padre eran iguales y si mi madre pudo con eso yo también podría.
-Está bien. Los dos vais a bajar las armas ahora mismo.
-Pero...
-Sin rechistar. Vamos a llevarnos todos bien, sin rencores ni más armas, excepto las de caza – añadí mirando a mi padre que ya estaba poniéndome ojos de corderito. – Reconstruiremos las dos viviendas, viviremos felices, juntos, y con todo el dinero del que podemos disponer.
-Así se habla hija – me felicitó mi madre besándome la frente. – Al fin y al cabo no eres la chica previsible de hace unos años.

Sabía que de aquí en adelante iba a vivir muy bien y que no iba a estar más segura en otro sitio que con dos ex asesinos cuidando de mí.

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