Colección Caballos
jueves, 15 de noviembre de 2012
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Recuerdos de un Ánima 76
miércoles, 7 de noviembre de 2012
Caretas 7
El
coche en el que íbamos montados era un auténtico arsenal de armas. Al final, un
disparo de los de Antonio alcanzó el motor del coche que nos perseguía y
estalló matando al conductor. Mi marido era un asesino.
-Ya
te lo he dicho, era un asesino a sueldo, pero lo dejé cuando nos conocimos. Por
eso me quedé sin trabajo.
-Esto
es ridículo. Llévame con mis padres.
-No
sabemos quien está metido en esto.
-No
seas idiota, ¿cómo van a estar metidos en esto mis padres?
-En
mi trabajo aprendes a no confiar en nadie.
-¿Y
aún así te casaste conmigo?
-Cariño,
yo no…
-Déjalo.
El
resto del viaje lo pasamos en silencio, yo mirando por la ventanilla y él
conduciendo con la mirada fija en la carretera. Llegamos hasta un hotel donde
se hospedaba el antiguo jefe de Antonio. Mi marido quería preguntarle quién
estaba intentando matarnos y porqué. Bajamos del coche y me dio un arma.
-Prefiero
que lleves una, estarás más segura.
-Lo
estaría soltera.
-Por
favor.
Cogí
la pistola y me la guardé en la cintura, dentro del pantalón. El hotel era
lujoso. Al parecer los asesinos podían permitirse esas cosas, lo que me hizo
preguntar una cosa.
-¿Qué
has hecho con todo el dinero que has cobrado por… ya sabes?
-Está
bien guardado.
-¿Y
he tenido que trabajar como una mula sabiendo tú qué teníamos algo ahorrado?
-Si
te decía que era rico habrías cambiado tu forma de ser, y yo me enamoré de la
dulce Ana María.
En
ese momento tenía ganas de convertirme en una asesina para poder matarle con
una patada en los…
Al
entrar en la habitación vimos a un hombre semidesnudo y regordete muerto en la
cama. Tenía un disparo en el pecho.
-Me
llamó hace dos días mientras estaba en el trabajo. Supongo que quería avisarme.
– Comentaba en voz alta.
Estaba
harta de tanta farsa, de tanto lío y de tantos disparos.
-Me
voy con mis padres.
-Pero
Ana.
-Déjalo
ya. Me enamoré de un hombre cariñoso y lleno de vida, no de un asesino. ¿Cómo
voy a formar una familia con un hombre así? Si me has engañado en esto, ¿en qué
más? ¿En la fidelidad?
-Vamos
nena.
Lo
dejé con la palabra en la boca, me metí en el coche y me fui alejando poco a
poco mientras él miraba como lo hacía. Al salir del complejo hotelero vi a una
de nuestras vecinas entrar en él. Esa mujer era una golfa, siempre había
intentado coquetear con Antonio. Eso me ponía de los nervios. Quizá si que
amara a Antonio pero estaba muy dolida. Para no pagarlo con mis padres decidí
dar media vuelta y pagarlo con esa mujer. Al llegar donde estaba la vi
caminando hacia mi marido apuntándolo con una pistola mientras él intentaba
ponerse en pie a duras penas. Ella lo había intentado atropellar varias veces.
Sin pensarlo, apunté y disparé a la cabeza de esa mujer. Nadie tenía derecho a
matar a mi marido, excepto yo.
-¿Qué
he hecho? – pregunté incrédula al ver el acierto de mi disparo.
-Muy
bien cariño, pero ahora dame el arma.
No
me podía mover, demasiada conmoción.
-Llévame
con mis padres, por favor.
-Como
quieras.
Nos
subimos en el coche con el mismo panorama que cuando huíamos de nuestra casa.
Yo mirando por la ventanilla y él concentrado en la carretera. Al llegar a la
casa de mis padres la vi vacía, sin luz.
-Esto
no me huele nada bien – le comenté a Antonio.
-Ve
por arriba, yo iré pos abajo.
Nos
separamos. Subí al cuarto de mis padres, estaba desordenado. Escuché un sonido
abajo y miré. Mi madre acababa de entrar por la puerta.
-Mamá,
¿estás bien?
-Sí
cariño. Hemos ido a la policía a denunciar todo esto. Tu padre está aparcando,
ahora viene.
Volví
a escuchar ruidos arriba, cogí un cuchillo de la cocina sin pensar en lo que
hacía y subí. Mi madre me siguió con una copa llena de brandy. Las sombras se
movían por el suelo. Alguien había entrado. Otros dos vecinos nuestros se
encontraban husmeando por la casa con una metralleta en la mano. Mi vida era un
vil engaño. Personas que no conocía, como si hubieran llevado caretas todo este
tiempo. Iba a apuñalar a uno cuando el otro nos sorprendió por la espalda a mi
madre y a mí.
-Tira
el cuchillo – me ordenó, pero antes de que pudiera hacerlo Antonio le disparó
en la espalda. Tuvimos tiempo suficiente para salir las dos corriendo mientras
él se encargaba del otro. Llegamos al salón y mi respiración se entrecortaba.
Demasiadas emociones y sustos en tan poco tiempo. Mi madre en cambio estaba muy
tranquila. Se había ido a la cocina a prepararse otra copa. En ese momento mi
padre entró por la puerta y fui a abrazarle.
-Hola
pequeña – me saludó mientras le abrazaba. Noté que solo me rodeó con un brazo
de manera que me separé para mirarle y con el otro estaba apuntando a mi
marido, pistola en mano. Ambos se apuntaban.
-¿Alguien
me quiere explicar qué está pasando? – pregunté enfadada. Mi madre miró al
techo y se sentó en el sofá con su nueva copa.
-Tu
padre ha contratado un montón de asesinos para liquidarnos.
-No,
para liquidarte a ti.
-¿Pero
de qué estáis hablando? – no me podía creer nada de lo que oía.
-Se
que en el viaje que hicimos mi familia a aquellas islas tú ibas a matarme y de
haber subido a aquel barco, lo habrías conseguido.
Hice
memoria. Se refería a la visita a la que habíamos sido invitados mi familia y
yo. No fuimos ya que yo me encontraba de resaca y mis padres se quedaron
conmigo.
-Yo
también podría haber muerto – le recriminé a Antonio.
-Tenía
orden de matar a tu padre.
-¿Pero
por qué?
-Porque
era un asesino retirado y los asesinos no se pueden retirar.
-Mi
padre no…
-Cariño,
tranquilízate – la voz de mi madre interrumpió esa acalorada discusión.
-¿Qué?
-Tu
marido tiene razón. Tu padre era un asesino.
-¿Y
tú lo sabías?
-Si.
-Tu
madre lo supo desde el principio.
-Y
tú también lo habrías sabido si no te hubieras quedado dormida aquella noche.
-Antonio,
vale ya.
Me
quedé mirando a mi familia. No era la que yo esperaba pero era mi familia. Mi
padre me quería mucho y siempre me ha protegido. Y si un ex asesino era capaz
de hacer eso porqué no Antonio. Sinceramente, estaba enamorada de ese hombre y
quería formar una familia con él pero las dudas rondaban mi cabeza. Al fin y al
cabo, él y mi padre eran iguales y si mi madre pudo con eso yo también podría.
-Está
bien. Los dos vais a bajar las armas ahora mismo.
-Pero...
-Sin
rechistar. Vamos a llevarnos todos bien, sin rencores ni más armas, excepto las
de caza – añadí mirando a mi padre que ya estaba poniéndome ojos de corderito.
– Reconstruiremos las dos viviendas, viviremos felices, juntos, y con todo el
dinero del que podemos disponer.
-Así
se habla hija – me felicitó mi madre besándome la frente. – Al fin y al cabo no
eres la chica previsible de hace unos años.
Sabía
que de aquí en adelante iba a vivir muy bien y que no iba a estar más segura en
otro sitio que con dos ex asesinos cuidando de mí.
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