Recuerdos de un Ánima 3

lunes, 13 de febrero de 2012

HERMANDADES UNIVERSITARIAS II

-Despierta ya Friki, o llegarás tarde a clase – típica manera de despertar de Peter.
-Friki tu pa… - pero no pudo acabar la frase ya que una espumosa almohada aterrizó en su boca tras las risas de su hermano. Después de echar unas cuantas maldiciones en su contra, se levantó, se vistió y salió corriendo de casa sin desayunar y sin acordarse de coger el dinero para el almuerzo.
El camino al instituto se le estaba haciendo muy largo a pesar de que la velocidad que llevaba con su bicicleta era excesivamente elevada. El extraño sueño, o pesadilla, le rondaba la cabeza, tanto que no se dio cuenta del camino que estaba tomando, totalmente erróneo si quería llegar al instituto alguna vez. Se había perdido pero el camino que había tomado, rodeado de vegetación le resultaba extrañamente familiar. Sabía que tenía que dar la vuelta pero… la curiosidad era uno de sus grandes defectos, así que Morgan pedaleó con más fuerza hasta que se topó con una gran verja negra acabada en pinchos que guardaba una gran mansión, la residencia de aquella extraña hermandad chupasangre.
-Jajaja, estoy loca - se dijo para si tras ese pensamiento divertido, haciendo semejanza entre lo cansada que se encontró tras aquella reunión y la succión de la sangre que hace debilitar a las personas. Pero tanto hilo de ideas se vería pronto interrumpido por un mensaje en su móvil.
“¿Dónde te has metido? En 10 minutos tienes que entregar tu redacción sobre el efecto del nitrógeno liquido en las materias o suspenderás Física”
Era Rose, una de sus mejores amigas. Bueno, de hecho, la única que tenía. Se conocieron el primer día que entraron en el instituto y desde entonces no se han separado. Apoyo mutuo era lo que las unió. Rose era una chica nueva que tenia que hacer amigos y Morgan simplemente una chica que pasaba desapercibida.
-¿Por qué has tardado tanto?
-Lo siento Rose, se me fue el santo al cielo y me confundí de camino.
-¿Te pasa algo? Estás algo paliducha.
- No pasa nada, solo que no he dormido bien. Malos sueños.
-Vaya, si que has tardado en venir, ¿habías ido a ver a alguien? – le preguntó en tono de burla.
-Deja de hacer el tonto Rose, ya sabes que no, y vamos a desayunar que tengo hambre.
Mientras iban a la cafetería, Rose no paraba de hablar del tema de las hermandades. Quería estar segura a cual poder entrar al año que viene, que quería hacer con su futuro y todo eso pero Morgan no escuchaba nada, era como si estuviera aislada en una burbuja de plástico.
-Mier….
-¿Qué pasa? – se sobresaltó Rose.
-Que no he cogido el dinero del desayuno.
-Idiota, me habías asustado, pensaba que era algo grave. Puedes comer del mío.
-Yo te invitaré – escucharon una voz a sus espaldas.
-Vaya, vaya, os dejare solos – comentó Rose con una sonrisita y se fue.
-Ho, hola G,Garen, ¿qué haces aquí? – Morgan estaba confundida.
-Nada, solo pasaba por aquí de camino a la universidad.
-Tu universidad esta a media hora de aquí – dijo sonrojada.
-Bueno vale, me has pillado. Venía a verte a ti. Hace años que no nos vemos y tenía ganas de hablar contigo.
-Vaya, que sorpresa – sonrió – pero vámonos a alguna cafetería fuera del instituto, aquí me siento un tanto incomoda.
-Te entiendo – todo el comedor los estaba mirando. Que Morgan estuviera hablando con un chico era algo imposible, rarísimo.
Salieron del instituto y se fueron a una pizzería que había dos manzanas más allá. Por el camino hablaron de lo que habían hecho todo este tiempo, el verano, amistades y lo que no eran amistades también.
-¿Por qué quieres entrar en esa hermandad? – le preguntó Morgan una vez sentados y con la porción de pizza en la mano. – Me extraña en ti, es algo que no te va.
- Yo no quiero entrar en ninguna, la verdad. Lo hago por mi madre, es ella la que me empujó a elegir una, bueno, a elegir esa.
-¿Pero.. Que tiene esa de especial?
-Pues que todo el que sale de ahí tiene ya un futuro asegurado, un buen trabajo, buen sueldo, buena posición social…
-Chorradas.
-Ja, ja, no has cambiado nada Morgan, y es lo que me gusta de ti.
-¿Ah si? Vaya, no pensaba ni que te hubieras fijado en nada de mí.
-Claro que si tontita – le dijo pellizcándole una sonrojada mejilla – eres la hermanita de mi mejor amigo, te conozco desde que naciste, prácticamente.
La vuelta al instituto fue rápida aunque ya se había pasado toda la mañana y Morgan tenía que volver a casa.
-Empieza por el principio y no omitas ningún detalle.
-Hola a ti también Rose – contestó Morgan cuando fue a coger la bicicleta.
-Vamos Morgan, nadie se va a desayunar con un chico y vuelve a las tres de la tarde. Empieza.
-Solo hemos hablado.
-Y yo soy un hadita que desprende polvo dorado, vamos Morgan.
-Es verdad, no te lo creas si no quieres, solo nos hemos puesto al día, hacía tiempo que no nos veíamos.
-¿Y se ha acordado de ti de repente?
-No, lo vi ayer en la reunión de la hermandad esa rara.
-Ais, cuando no quieres hablar no hay quien te saque nada. Adiós melona, y estudia para el examen de Literatura que queda menos.
-Adiós. Yo también te quiero.
La semana pasó lenta y el estudio para el examen se hizo bastante pesado. La Literatura era algo que no conseguía asimilar y su hermano no la dejaba concentrarse con el asunto de la hermandad y el baile de iniciación que iban a realizar para elegir a los becarios que ingresarían en ella.
-Tengo que llevar un acompañante – le informaba a su madre.
-¿Y ya tienes a quien llevar? – le preguntó ella.
-No, pero igual se lo pido a Carola, una compañera de la universidad.
Baile, baile, baile. Ese era el único tema de conversación en la casa esos días.
-¿Quieres dejar ese estúpido baile por unas horas y dejarme estudiar? El examen es mañana y no consigo concentrarme.
-Si te lo llevaras estudiado día a día no te pasaría eso.
-Si no tuviera un capullo por hermano no me pasaría eso, y estudio todos los días, a diferencia de otros que solo aprueban por méritos deportivos.
Antes de que le contestara, Morgan puso un pie en el suelo y se fue a su cuarto a intentar acabar las hojas que le quedaban. Sería duro pero lo conseguiría.
-Dejad los bolígrafos, el tiempo ha terminado – el profesor interrumpió la concentración de los alumnos.
Morgan echó un vistazo a la clase y más de la mitad tenían el gesto abatido, como si hubieran corrido una maratón, y uno de ellos era su amiga que parecía estar al borde de una crisis de ansiedad.
-Tampoco ha sido tan difícil- comentó Morgan de camino a casa.
-¿Qué no? – Rose se alteraba – pero si ha hecho preguntas que no salían en el examen, como el autor de Romeo y Julieta o Hamlet.
-Rose.
-Que.
-Eso salía en las páginas 5 y 6. Además, eso lo tenías que saber hace años.
-Mi madre me mata.
-¿Pero no estudiaste?
-Psiiii hombre…
-¿Hombre? ¿Qué has hecho este trimestre?
-Es que el baile de invierno es dentro de un par de meses y no tengo vestidos apropiados para ir.
-Pero si aun queda tiempo y no tienes pareja.
-Ya pero…
-Morgan, ¿puedo hablar contigo? – la voz de Garen las interrumpió.
-Os dejo solos, mañana nos vemos – se despidió Rose.
-¡¡Estudia!! – Y se dirigió a Garen-¿qué pasa?
-¿Cómo ha ido el examen?
-Bien gracias – contestó Morgan con una sonrisa -¿has venido a preguntarme eso?
-No, esto… sabes que hay un baile en la hermandad, ¿no?
-Si, mi hermano no habla de otra cosa.
-Bueno, me preguntaba si... esto… si querrías ir conmigo.
-¿Yo? Pero... si a mi no me van esas cosas.
-Y a mi tampoco pero es un requisito para entrar, y me sentiría más cómodo si fueras tu la que me acompañe.
-Esta bien – sonrió – te acompañaré, pero que sea rápido.
-No te preocupes, en cuanto podamos nos iremos. Gracias, y hasta el viernes, te recogeré a las siete.
-Vale – y con un beso en la mejilla se despidió Garen de Morgan.
Los bailes eran algo que no encajaban con Morgan, demasiada gente, demasiado barullo y demasiada hipocresía, pero extrañamente le hacia ilusión ir. Más que ir, estar con Garen. Los días que pasaron desde la invitación no pensaba en otra cosa que en ese acontecimiento. ¿Se estaría enamorando de ese chico?
-Si, definitivamente te interesa algo más que las ciencias ocultas. ¡¡Bienvenida al mundo real!!
-Deja de decir tonterías Rose y ayúdame a elegir un vestido. Tienes miles y no sabes que ponerte en el baile de invierno. Tú si que eres un caso perdido.
Rose era una apasionada de la moda y no pensaba más que en otra cosa, moda y chicos.
Al final eligieron un vestido negro, palabra de honor, sencillo, con la falda tipo princesa de cuentos.
-No me veo con esto.
-Pero si estarás guapísima ya verás, te haces un moño y listo.
Y con un suspiro aceptó la propuesta de su amiga. Entonces si que se vería como un bicho raro.
Y así fue. Llegó el viernes y con ello el mal trago de vestirse con cosas raras y brillantes para que la sociedad no la mirara por encima del hombro.
-Pero si estás preciosa – comentó su madre cuando la vio.
-Parece un botijo manchado de hollín – añadió su hermano para molestarla, como hace siempre.
-Cállate Peter, está bonita y lo sabes. El moño le queda muy bien y la sombra de ojos perfecta. Madura un poco hijo y deja a tu hermana tranquila.
-Eso, madura – susurró Morgan para si con una sonrisa en los labios. No había oído nunca a su madre reprocharle algo a su hijito del alma y fue gracioso ver la cara de su hermano.
-Morgan, Garen ha venido a buscarte.
-Voy mamá, ya bajo.
Cogió el bolso y bajó las escaleras con calma para no torcerse un tobillo con esos zapatos negros de tacón que se había puesto.
-Tu hermano ya se ha ido.
-Vaya, estás… - comenzó a decir Garen.
-Preciosa – acabó Alice.
-Extraña – apuntilló Morgan – vámonos, cuanto antes lleguemos antes nos iremos.
-Pasároslo bien.
-Gracias mamá.
Se montaron en una limusina negra y se fueron al baile.
-Parece un coche fúnebre – comentó Morgan para romper un poco el hielo. Estaban en un silencio un poco incómodo y no quería volver a escuchar nada más referente a su aspecto.
-Es que lo es – contestó Garen.
-¿Qué? – se sorprendió Morgan.
-Si, bueno… no tenia dinero suficiente para alquilar una y le pedí prestado el coche a mi tío, ya sabes que trabaja en una funeraria.
Morgan no supo que decir, solo se echo a reír, algo que contagio a Garen. El resto del camino fue más ameno. Empezaron a contarse chistes y alguna que otra broma.
-Ya hemos llegado – dijo Garen cuando el coche se paró.
-Vamos allá – a Morgan seguía sin hacerle gracia la idea.
-Bienvenidos – les saludó el chico joven que dio el discurso la primera vez que entraron allí.
-Gracias – contestó Garen sonriendo.
-Espero que disfrutéis del baile – añadió besándole la mano a Morgan – delicioso, muy delicioso.
-¿Perdón? – eso era lo más raro que había escuchado.
-Tu perfume – comentó el chico joven a Morgan al ver su cara.
-Pero... si no llevo. – E intentando soltarse de aquel chico entró en el edificio con Garen sin evitar volver a sentir ese escalofrío y esa pesadez que le hacía perder fuerzas.

Continuará.

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