Herencia familiar.
Aquella escena dejaba sin
palabras a la pobre chica que acababa de quedarse huérfana. Tenía en frente al
asesino de sus padres pero su abuela lo protegía. No podía creer que aquella
adorable abuelita, el alma por la que Roșu se despertaba todas las mañana,
pudiera socorrer a aquella bestia o, peor aún, pudiera ser cómplice de aquel
asesinato. Aunque ardía en deseos de venganza, tenía que mantener la cabeza fría
para no cometer una estupidez. Alejarse de aquel lugar sería una buena opción.
Tenía el factor sorpresa de su parte, pero no imaginaba que la sorpresa se la
llevaría ella.
Acurrucada en la rama de un
árbol a gran altura y envuelta con la capa roja que le regalo la abuelita, Roșu
pasó la noche a salvo de cualquier depredador. Dormir, descansar y despejarse
era lo que más necesitaba. En unas horas comenzaría a urdir un cauteloso pero
vengativo plan para acabar con todos los canes de la tierra.
-Descansad, chuchos del Averno,
lo necesitaréis.
Con estas palabras, Roșu se
adentró en un gran y profundo sueño en el que varios lobos de gran tamaño
corrían en manadas por el bosque en busca comida. Se movían a gran velocidad y
desaparecían en una nube negra. Ella los vigilaba a salvo desde su árbol sin
que ellos se percataran de su presencia.
- Roșu.
Una voz familiar aunque lejana
hizo que la joven se asustara. Alguien la llamaba. Al darse la vuelta vio una
silueta translúcida de alguien conocido, su madre.
-Mamá.
-Toma hija, quiero que te lo
quedes. – La voz de su madre sonaba lejana aunque la silueta se le iba
acercando poco a poco. Había extendido el brazo y colgando de su mano se
encontraba el medallón que horas antes había visto en la boca del lobo albino.
-Pero como lo has…
-Cógelo, cielo.
Roșu extendió la mano. La silueta
de su madre se encontraba a escasos centímetros de ella cuando la joven tocó el
medallón contenta de poseer un recuerdo de su madre. En el mismo instante que
las yemas de sus dedos rozaron la joya familiar, la silueta fantasmagórica de
su madre se convirtió en un horrendo y gran lobo rabioso de ojos amarillos.
Sobresaltada y con la respiración acelerada, Roșu se despertó. Ya había
amanecido en el bosque y ella se encontraba a salvo en la rama. Todo había sido
una pesadilla pero, al incorporarse notó algo gélido chocar contra su pecho. Se
ahuecó el vestido y ahí se encontraba, el medallón de su madre.